Monstruos de serie B
Título: Hollywood Monsters (1997)
Desarrolladora: Pendulo Studios
Distribuidora: FX Interactive, Dinamic Multimedia
Lanzamiento: A la venta
Especificaciones (mínimo recomendado):
# Publicado el por Tomás Maidagan
El juego, grosso modo, se divide en tres líneas de «investigación», una para cada parte de Frankenstein. Estas tres tramas se encuentran conectadas entre sí, y lo que vamos progresando en una se va complementando con la otra. Esto, que sobre el papel resulta de lo más interesante, acaba siendo en la práctica un verdadero despropósito debido al pobre diseño.
Las tramas no se conectan con naturalidad, se superponen con torpeza. No las recorremos de forma coherente y continua, chapoteamos a duras penas entre ellas. Vamos a un sitio, damos unos pocos palos de ciego, vamos a otro, damos un par de tumbos, cogemos unas cosas que no sabemos ni para qué pueden servir, viajamos de nuevo, llegamos a otro callejón sin salida, nos movemos sin rumbo alguno… Lo que debería ser, y podría haber sido, un agradable entramado de puzles y situaciones acaba siendo una desesperante maraña de obstáculos y tropiezos disparatados. Apenas tenemos pistas de nada y, por increíble que parezca, gran parte de las que se nos dan son falsas (frases de Ron que parecen orientar la resolución de algo en un sentido y al final acaba resultando que es justo lo contrario). Tenemos un objetivo en todo momento, sí, pero es un objetivo tan distante, tan a largo plazo, que es lo mismo que no tener nada. Nos sueltan por el mundo sin nada a lo que agarrarnos, sin un hilo del que tirar, y las cosas se van haciendo, en el fondo, porque es lo único que el juego nos deja hacer. No tenemos una meta a corto plazo y vamos haciendo cosas para alcanzarla, sino que hacemos lo que vamos pudiendo para ver qué es lo que surge.
Hollywood Monsters posee, por lo tanto, una dificultad endiablada. Sin embargo, no es la sana dificultad que radica en no saber interpretar correctamente las trabajadísimas pistas de un Serpent Rouge; es la dificultad que radica en llevar el inventario repleto de basura que una vez entra ya no sale (y, por si fuera poco, muchos de los objetos que poseemos guardan un desconcertante parecido entre sí: una navaja, un bisturí y un serrucho, por ejemplo), es la dificultad que radica en tener que resolver puzles que van de lo descabellado a lo enfermizo, y cuando el puzle en sí es bueno (que también los hay) se ve horriblemente perjudicado por todo lo que lo rodea, es la dificultad que radica en tener que ir y venir a paso de tortuga una y otra vez por los escenarios, sin un mísero doble clic que nos ahorre la agonía, para resolver cualquier chorrada que era desde el principio evidente para cualquiera menos para el protagonista. Es, en definitiva, la dificultad de las malas aventuras.
No hay pistas, no hay indicios, no hay una línea de desarrollo que el razonamiento nos permita seguir, es un «arréglate la vida como puedas» en toda regla y, por si fuera poco, con unos puzles que parecen diseñados a matar. Y es que Hollywood Monsters es verdaderamente desmoralizador: cuando resolvemos algo, lejos de recompensar al jugador, lo que hace es dejarnos bien claro que aún nos falta mucho para salir de la pobremente tejida telaraña de enigmas en la que estamos atrapados.
A todo lo ya citado hay que sumar los dos clásicos errores típicos de Péndulo (y son típicos de Péndulo porque se han repetido religiosamente en sus otros juegos): el «A + B no siempre es igual que B + A» y el previamente mencionado hecho de que no podemos ir por delante del protagonista. Este último, por frecuencia, es el más grave de los dos. Para hacer las cosas no basta con que nosotros, el jugador, nos demos cuenta de lo que hay que hacer, sino que hay que conseguir que nuestro personaje vea de forma manifiesta la razón por la que llevar a cabo esa acción. ¡Ay, pobres de nosotros si queremos combinar un par de objetos antes de que el Sr. Ashman vea el asunto con claridad cristalina, porque nos tratará por chiflados!
Esto se traduce en que no sólo tenemos que luchar contra el caótico diseño del juego y la más que dudosa lógica (dentro de la «lógica» que puede tener un mundo como el que se plasma en el juego) de sus puzles, sino también contra las cuestionables dotes deductivas del protagonista, que se negará en rotundo a hacer lo que hay que hacer sin una causa inmediata que lo justifique. Resulta paradójico, ya que este sistema de «no hacer las cosas porque sí» no impide que Ron vaya recogiendo compulsivamente todo lo que ve tirado por los escenarios, incluso si su uso no se intuye siquiera hasta el final del juego y al poco de empezar a jugar ya tenemos un par de páginas de inventario repletas.
Estamos, en definitiva, ante una aventura terriblemente diseñada, desquiciante, desmoralizadora, especialista en hacérselas pasar canutas, en el mal sentido, al jugador, con una historia que cae a un segundísimo plano y unos personajes y diálogos, con honrosas excepciones, típicos y tópicos, y que además basa su atractivo en aquello que menos se debería tener en cuenta a la hora de valorar una aventura: gráficos y, en menor medida, sonido. Pese a su acabado clásico, reúne la mayoría de los fallos que tan criticados son en las aventuras actuales por los mismos que adoran ésta: historia y personajes pobres, puzles malos y mal integrados, dejadez en el desarrollo y caminatas a mansalva. Eso sí, es bonita.
Conclusión
Hollywood Monsters pudo ser y no fue. Posee los ingredientes y el potencial para ser una magnífica aventura gráfica, pero un desafortunadísimo diseño y una poca inspirada puesta en escena echan por tierra todas sus otras virtudes.
Incomprensiblemente (es muy posible que su nacionalidad y apariencia puramente clásica tengan mucho que ver), el juego ha ido ganándose la simpatía del público y consiguiendo prestigio, hasta el punto de codearse con los grandes clásicos del género y ser incluido en ese grupo al que muchos se remiten cuando se dice el tan trillado, aunque no por ello menos cierto, «ya no se hacen aventuras como antes», convirtiéndose así en una de las aventuras más sobrevaloradas que hay. No se puede negar que es un juego «simpático» y con cierto encanto pero, y por muy español que sea, no hay que engañarse: no se codea siquiera con los zapatos de los grandes del género.
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