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Los excesos de la risa compulsiva

Título: Caos en Deponia (2012)

Desarrolladora: Daedalic Entertainment

Distribuidora: FX Interactive

Lanzamiento: 21 de marzo de 2013

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium IV a 2,5 GHz o superior | 2 GB de RAM | 4 GB de espacio en disco | Tarjeta gráfica de 256 MB (Nvidia Geforce 6600, AMD Radeon X700 o superior) | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | Windows XP (SP3), Vista (SP1) o 7

# Publicado el por Gaspar Ruiz 3

Introducción

Caos en Deponia es una continuación estricta del anterior La fuga de Deponia, y no sólo en cuanto a argumento, sino también en lo que atañe a defectos. Prácticamente se observan los mismos fallos de un juego al otro, como si tuviesen también que estar unidos para lo malo. Aunque en esta segunda parte de la trilogía Deponia, por desgracia, esos fallos hieren.

Porque en Caos en Deponia, Daedalic intenta hacernos reír con una mayor cantidad de chistes, más situaciones cómicas, más disparates, más delirios… Pero se le va la mano peligrosamente y también el norte por culpa del afán obsesivo de querer que nos riamos a toda costa.

Argumento

Otro accidente nada fortuito deja postrada a Goal, la bella elísea de la que el bueno-para-nada de Rufus se enamora. Esta vez, su chip cerebral resulta dañado y, como consecuencia de ello, su personalidad queda fragmentada en tres partes: una guerrera; una sofisticada; una inocente. Rufus, en cuanto responsable de esta tragedia, debe reintegrar en una sola las tres personalidades, para así poder trazar un plan tranquilo e infalible cuyo destino sea el Elíseo, el paraíso soñado.

Pero el camino hacia allí no va a ser fácil: Rufus encontrará a su mezquino padre y descubrirá muchas verdades dolorosas gracias a él; se enfrentará al no tan temible crimen desorganizado y a su líder, la «maquiavélica» Donna; liderará la célula rebelde que combate la tiranía del Órganon; ganará la lotería; tendrá sus propios delfines torpederos; buscará ornitorrincos; insultará a Cletus y salvará el planeta de la chatarra por segunda vez consecutiva. Aunque nada de eso impedirá el cliffhanger final claramente previo a un «continuará»…

Comentario

Daedalic es una compañía mucho más dada al drama que al humorismo, y se vuelve a comprobar en Caos en Deponia, aventura que tropieza en la misma piedra que su antecesor, La fuga de Deponia, en lo que respecta a la risa franca. Los alemanes intentan por todos los medios hacer reír al jugador, compartiendo con él chistes y bromas que indudablemente les resultan muy graciosos. El jugador se ríe a veces, pero por inercia; es una cuestión estadística: hay tal acumulación de chistes que necesariamente alguno debe de ponernos una sonrisa (a veces, hasta una carcajada), aunque el estado habitual del gesto sea más bien el del rictus o el de la mueca esquinada. Los chascarrillos no sólo son cansinos, al basarse en repeticiones, en obviedades o en el estiramiento de alguna ocurrencia chisposa, sino que también suelen dar vergüenza ajena o rozar el mal gusto.

Caos en Deponia parece una sitcom, en la que todos sus elementos deben concentrarse en generar chascarrillos de risa enlatada. Los secundarios ahora dan la impresión de no existir más allá de su condición de sparring para Rufus: Doc (especialmente él, disminuido durante el juego, mero comparsa para justificar un ingenioso giro de guión), Bonzo y las nuevas incorporaciones son postes a los que el insoportable protagonista, supuestamente ocurrente, machaca a pullas. El doblaje no hace ningún bien a las gracias del juego, y no porque se haya cambiado la voz del personaje central (muy apreciable cada vez que aparece su sosias Cletus), sino más bien por las pausas en la lectura de las líneas de diálogo y por la entonación, factores ambos que rompen todo clímax humorístico. Sólo brilla Janosch, el líder rebelde, y porque tiene que brillar, ya que es una suerte de Pijus Magnificus y su frenillo es fundamental para un puzzle mediada la partida. Eso por no hablar de la traducción localista de lo que sin duda son bromas también localistas en su versión original: Rufus soltará, para bochorno del jugador, un «ola k ase» y se pondrá a cantar el estribillo del Aserejé. De todas maneras, es fácil suponer que la traducción hace lo que puede por intentar aportar un poco de salero a la completa falta de gracia (general: insistimos en puntualizar que hay honrosas excepciones) de la edición alemana.

Pero aunque estos son fallos a indicar, acaban siendo motas de polvo en comparación con el que es el gran defecto de Caos en Deponia: la reiterada extralimitación de su humorismo. El fin debe de justificar los medios, según Daedalic. El estudio alemán considera pues que para hacer reír se pueden vulnerar absolutamente todas las reglas habidas y por haber e imponer otras nuevas, sobre todo en lo que se refiere a «narrativa aventurera». Y eso puede estar bien, las revoluciones nunca suelen ser negativas, siempre y cuando sean para mejorar lo presente; algo que aquí no resulta ser el caso: Daedalic toma las normas de la aventura, es decir, de lo que se ha convenido que vale tras años y años de experiencia (ojo: no hablamos de «funcionalismo») para hacer caso omiso. Así, da pie a dos puzzles que seguramente habrán parecido a sus diseñadores el colmo de la gracia y del ingenio, pero para los que se nos agotan los sinónimos de «aberrante»: en un caso, Rufus pide al jugador ¡que baje la música del juego! para poder escuchar la contraseña de la base rebelde, pues se distrae con el bullicio del cercano mercado. En otro, emulando al atroz puzzle de la margarita de Hollywood Monsters en su obstinada persistencia, Rufus debe quedarse completamente quieto, sacando de sus casillas durante varios larguísimos minutos al jugador y a un pescador para obtener a saber qué. Daedalic incumple dos de las reglas que garantizan la normalidad de una aventura: primero, la de resolver los desafíos propuestos sirviéndose de elementos inherentes al propio universo del juego, y no ajenos a él (Drácula 3 intentó algo parecido al plantear un puzzle en su recta final que sólo podía resolverse cargando una partida) y, segundo, presentar situaciones cuya resolución pueda ser directa, clara y meridiana. Daedalic, por desgracia, se salta estas dos líneas maestras para perpetrar gracietas.

Es tal el exceso que hasta empaña el que es uno de los distintivos característicos del sello germano desde sus albores: el pergeñar situaciones un tanto opacas para las que no se intuye bien una solución (y que les consta, ya que Rufus mismo suelta un chiste a propósito al inicio de la aventura). Va a pasar muchas veces que el jugador haga las cosas sin saber por qué (en el puzzle del gondolero; en el del ataque de risa del perro robótico, puzzle este que parece ir en una dirección y luego acaba yendo en otra, o en el del señuelo submarino para los delfines, por citar tres ejemplos aislados pero no exclusivos).

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Dos estrellas

Caos en Deponia

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