Uno de los proyectos más peculiares e interesantes de los últimos tiempos, muy a pesar de su escaso desarrollo argumental inicial y de su abuso de puzles de tablero, es The Dream Machine, una aventura onírica sobre el voyeurismo construida con arcilla y cartulina. Cockroach Inc anunció el viernes pasado que el quinto capítulo de un total de seis estará disponible el próximo 14 de noviembre, más de un año después del lanzamiento del anterior.

Victor Neff, un tipo extrovertido, cariñoso y sin especial ambición, tenía un trabajo que un amigo de sus padres le proporcionó, una vida cómoda en una ciudad pequeña y el sueño, nunca perseguido con denuedo, de hacerse un nombre en la industria musical. Pero la crisis no perdona, y el anuncio de que su empresa quizá cierre el departamento donde trabaja llega al mismo tiempo que el embarazo de Alicia, su mujer. Juntos, deciden mudarse a la gran ciudad, donde todo parece más fácil, y empezar de cero. Una inmobiliaria les pone en contacto con Felix Morton, un anciano caballero que disfruta a diario del jazz que sale de su gramófono y de su cajetilla completa de Gauloises Caporal, liberté toujours. Hay un apartamento libre en uno de sus edificios: unas preguntas por aquí, unas firmas por allá y Victor y Alicia estrenan casa. Pronto descubrirán que Morton tiene algo que ocultar y que el silencioso edificio alberga secretos desagradables.

The Dream Machine construye su mundo de un modo similar a The Neverhood o el futuro Armikrog de Doug TenNapel, pero con cartón y arcilla en lugar de con plastilina. Los escenarios pasan por postproducción para añadir efectos e iluminación y los personajes se modelan con barro, se pintan y se fotografían para texturizar sus versiones en 3D, lo que facilita el proceso de animación. El resultado, con una personalidad visual muy marcada, es particularmente singular.

En desarrollo desde 2009, Cockroach Inc lanzó los dos primeros episodios a finales del año siguiente. Los fundadores de este pequeño estudio sueco, Erik Zaring y Anders Gustafsson, ya habían experimentado con Flash para una serie de variopintos videojuegos, pero su experiencia se circunscribía principalmente al campo de la animación tradicional. Gustafsson había servido de animador para series de televisión o anuncios, mientras que Zaring trabajaba en Dockhus Animation, una compañía especializada en el stop-motion. Fue precisamente eso lo que impulsó a este último a proponerle a su amigo la creación de una aventura gráfica así animada. Gustafsson era reacio porque la técnica requiere mucho tiempo. La pericia de Zaring para construir escenarios en miniatura le convenció: de la noche a la mañana, terminó cinco para demostrarle que la idea podía llevarse a término. Desde entonces, uno en la mesa de arte y el otro en la de diseño, han ido entregando los capítulos sin pausa, aunque con un lapso de casi dos años entre el tercero y el cuarto. El stop-motion se quedó por el camino por cuestiones de complejidad, reemplazado por unas 3D que no lo parecen.

Al principio disponible solo a través de su sitio web —donde, por cierto, el primer capítulo es gratuito—, jugable a través del navegador, hace un par de años llegó a Steam. En inglés, sin voces, el juego completo, que incluye lo ya lanzado y lo que queda por lanzar, cuesta 15,99 euros.

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