Igualmente recomendable es El señor de los sueños, en la que el protagonista, Charles Render, es uno de los pocos analistas psíquicos capaces de penetrar en los patrones neuróticos. A pesar de haber pasado las más duras pruebas, Render se encontrará con los peores problemas cuando decida enseñar el «arte de modelar» a una psiquiatra ciega.

Tampoco podemos dejar de mencionar su colaboración con el maestro Philip K. Dick en la novela Deus Irae, muy en la línea de Dick, donde tras un desastre nuclear de dimensiones mundiales la fe de los humanos que quedan vivos se disgrega entre aquellos que fieles al cristianismo y los que han dejado de pensar en la idea de un Dios benevolente y piensan que son gobernados por el Dios de la Ira. El protagonista, un inválido sin brazos ni piernas, peregrina entre las ruinas del mundo en busca del nuevo Dios.

Poco antes de su muerte, acontecida en 1995, Zelazny participó junto con la compañía DreamForge (creadora del maravilloso Sanitarium) en el argumento, el guión y el desarrollo de una aventura aquí casi desconocida que supuso una importante apuesta para el estudio estadounidense. Chronomaster nos pone en la piel de Rene Corda, un creador de «universos de bolsillo», un tipo de apreciada y peligrosa obra de arte futurista. Rene disfruta de una temporada retirado de su trabajo cuando un representante del gobierno le llama para encomendarle una misión que solo un chronomaster como él es capaz de afrontar: alguien está manipulando los «universos de bolsillo» causando estropicios espacio-temporales y ocasionando anacronismos que habremos de solucionar. Roger Zelazny murió algo antes de poder acabar el juego y su pareja, la también reverenciada autora de sci-fi Jane Lindskold, se hizo cargo del proyecto póstumo.

Chronomaster, que no se tradujo (importante handicap dada la profusión de términos de difícil compresión y la abundancia de texto), fue un título muy notable tanto a nivel técnico como de diseño. La posibilidad de resolver los enigmas de muy diferentes maneras, una completa ausencia de linealidad y un argumento arrebatador son las principales bazas de esta aventura gráfica. Por otra parte, el uso de la imagen sintética —muy rudimentaria, sí, pero completamente innovadora para la época— y un elenco de doblaje bastante honorable, que contó con las actuaciones de Ron Perlman (el Salvatore de El nombre de la rosa, uno de los protagonistas de Alien resurrección y actor fetiche de Guillermo del Toro), Lolita Davidovich (En nombre de Caín, Dioses y monstruos…) o Brent Spiner (el archiconocido teniente Data de la serie Star Trek: La nueva generación), pusieron la guinda a esta producción que quizá hubiese podido correr mejor suerte.

Saliéndonos de la ciencia-ficción, saltamos ahora el charco de vuelta a Europa hasta la recóndita Eslovenia, madre patria de Arxel Tribe, algo así como los «intelectuales» de la aventura: justo antes de transformar libremente en videojuego (Ring) la ópera de Wagner El anillo del nibelungo y de dar su interesante versión —o perversión— del mito de Goethe con Fausto: Los siete misterios del alma, ya apuntaban a una línea reconocible con una colaboración del infausto escritor brasileño Paulo Coelho, conocido por best-sellers millonarios como El alquimista y también por ser uno de los escritores favoritos en los aeropuertos o en los metros de medio mundo.

Pilgrim contiene la mayoría de los «tics» habituales del escritor. Esto es: esoterismo, historia medieval y un cuidado extremo por el detalle. No obstante, esta aventura no fue publicada en nuestro país a su debido tiempo, sino más tarde, a raíz del relativo éxito de su secuela: La leyenda del profeta y del asesino, o el inicio del declive artístico de Arxel Tribe. No es que sus anteriores aventuras rozaran la perfección (si bien Fausto casi lo consigue), pero ya se sabe, cuando una compañía comienza a hacer juegos como churros el mimo se pierde, y esta no es precisamente la excepción que confirma la regla por culpa de títulos mediocres como Casanova: El duelo de la rosa negra, Hitchcock: The Final Cut (una propuesta interesante pero fallida), Jerusalén: Los tres caminos de la Ciudad Santa o la aventura que cierra la trilogía (¿hasta el momento?) Paulo Coehlo: Los secretos de Alamut.

Nos dejamos en el tintero a un par de escritores anglohablantes: Terry Dowling, pupilo de Ellison, novelista australiano de ciencia-ficción y creador de la trama y el guión de Schizm: Mysterious Journey, una mastodóntica aventura en primera persona de la que ya se prepara secuela, y otro Terry, esta vez Pratchett, famosísimo escritor de comedia fantástica, creador de un universo flexible en el que tienen cabida todos los géneros, parodias e historias: el Mundodisco.

Este último, colaborador habitual en las conversiones al ordenador de su divertida dimensión fantástica, tuvo «algo que ver» con las aventuras de Perfect Mundodisco y Mundodisco II: Presuntamente desaparecido. En menor medida, también con Discworld Noir, una producción que dejó de basarse en historias ya escritas para sumergir el Mundodisco en el género de la novela negra. Sorprendió incluso al escéptico Pratchett, que finalmente terminó aplaudiendo el admirable resultado.

Podríamos ampliar más la lista de escritores involucrados en el desarrollo de aventuras gráficas, pero suponemos que este artículo refleja bastante bien que el género, aparte de cumplir con su finalidad primera (entretener), es asimismo una opción muy atractiva para seguir contando historias fuera de los círculos habituales. En otras sesiones podríamos recordar aventuras basadas en novelas ya escritas y en las que el escritor no intervino en nada. Stephen King, Terry Brooks, H. P. Lovecraft, John Saul, Tolkien, Spider Robinson o hasta Manuel Vázquez Montalbán forman parte de esa otra mirada. O podríamos abordar aventuras que se han trasladado a la literatura: Myst o Zork son un buen par de ejemplos. Sin embargo, habrá más ocasiones para explorar esos temas e incluso ampliar el presente. De momento os instamos a que descubráis las aventuras arriba citadas si es que no lo habéis hecho ya, y os recomendamos la lectura de autores como Harlan Ellison o Douglas Adams o de esa obra maestra que es el mencionado relato El regalo de un hombre inútil, de Alan Dean Foster.

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