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La corona rota de Anglia

Título: The Lost Crown: A Ghost-Hunting Adventure (2008)

Desarrolladora: XXv Productions, Darkling Room

Distribuidora: Sin distribuidora en España

Lanzamiento: 3 de marzo de 2008 (Estados Unidos)

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium II o superior | 512 MB de RAM | 1,2 GB de espacio en disco | Tarjeta gráfica de 128 MB compatible con DirectX 9.0c | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | Windows XP (SP2) o Vista

# Publicado el por Edorta Trinidad 4

El paso de la primera a la tercera persona, como ya hemos dicho, es puramente formal. Continúan los puzzles de combinatoria, imaginativos algunos de ellos, repetitivos en su mayor parte; el resto de enigmas no suponen tal cosa de puro sencillos, y limitan al jugador a rebuscar por los escenarios, encontrar el objeto «perdido» y usarlo en la pantalla que le corresponde —y eso con un cursor que nos indica cuándo mirar y cuándo usar algún objeto del inventario—. Boakes falla en dar el salto completo en el cambio de perspectiva, como si no se atreviera o estuviera más cómodo en el terreno de seguidor de Myst y esto sólo fuera un mínimo lavado de cara; desaprovecha el potencial que ofrece la amplia galería de personajes, lugares y situaciones que tanto se ha esforzado en crear. Aún más, es partícipe de un error que debería estar erradicado desde hace años: la jugabilidad de cuello de botella. Porque The Lost Crown es lineal hasta unos extremos ridículos, y se llega varias veces a ese punto en el que uno se encuentra atascado, da vueltas y más vueltas, habla con la gente, mira la libreta que lleva el protagonista con los objetivos y se pregunta: «¿Pero qué es lo que me falta?«. Y lo que uno debe hacer no tiene nada que ver con la trama (darle de comer dos veces a un cerdo, por ejemplo), pero es una condición absurdamente necesaria para continuar con el juego.

¿Dónde más naufraga The Lost Crown? Pues, como diría aquel, en los pequeños detalles. Los largos paseos por la campiña inglesa son necesarios, obligatorios y, al cabo de un rato, aburridos. Y también son lentos. El doble clic para cambiar con rapidez de escenario no siempre está disponible —y debido a esa linealidad comentada uno quiere moverse con velocidad para no perder el tiempo (y, con él, el interés por la aventura)—; Nigel Danvers es incapaz de correr y, además, en todo momento siente la necesidad de esperar a que una libélula se pose sobre un tronco o a hacer el mismo comentario cada vez que entra en casa para poder reanudar sus movimientos. No le culpamos, es evidente que tanta caminata puede pudrir un cerebro joven y sano. Es exasperante, e ilógico, que Jonathan Boakes no haya tenido la vista suficiente como para suprimir estas animaciones después que aparezcan una primera vez, que es cuando se toleran por nuevas. Lo mismo ocurre con los diálogos, puesto que no hay botón que valga para saltarse las largas introducciones de algunos de los personajes que pueblan Saxton.

Esta hiperlinealidad y lentitud de movimientos es una amenaza constante para el jugador y un perfecto estímulo para que se abandone el juego. No obstante, The Lost Crown funciona fantásticamente tal vez no como un relato de horror perfecto, pero sí como una experiencia terrorífica más que estimable. Ahí sí, Boakes se desenvuelve como pez en el agua y demuestra un control absoluto de la atmósfera. Los escenarios de Saxton y alrededores, fotografías ligeramente retocadas que fueron tomadas de auténticos enclaves de la costa sureña inglesa como Polperro, están representados en un inquietante blanco y negro que genera desasosiego. Son estampas de un mundo anclado en el pasado, imágenes que, muy de vez en cuando, presentan un pequeño golpe de color (algunas flores, alguna puerta); incluso se va añadiendo color según pasan los días en ciertas pantallas, que funcionan como naturalezas muertas que aportan a la narrativa mucha más imaginación que los libros que vamos encontrando a nuestro paso. Porque, desde que pisamos el pueblo, la duda está sembrada. El lugar es desolador, con esa sensación de que se ha viajado atrás en el tiempo. Saxton parece anclada en una época indeterminada, añeja, es una especie de recreación idealizada de un pueblito del siglo XIX, pero al mismo tiempo mantenemos contacto con el exterior. Desde que ponemos pie en la estación de tren, las preguntas surgen. Surgen del contacto con el resto de personajes, que no dan ninguna pista acerca de si pertenecen o dejan de pertenecer al mundo moderno, lo que acentúa nuestra desorientación y nos introduce poco a poco en un pasado más remoto todavía; como si este se aferrara a la tierra y se negara a desaparecer mientras nos conmina a recordarlo una última vez. En ocasiones, el propio protagonista, en aparentes sueños lúcidos, pasa a formar parte de ese extraño tejido espacio-temporal donde da la impresión de que todo sucede, o parece suceder, al mismo tiempo.

El manejo del audio es parte integral de esta atmósfera. El juego de sonidos y música es mínimo, pero no anecdótico. En el exterior, el ulular del viento, los golpes del Mar del Norte contra la costa rocosa o los cantos de los pájaros inciden en esa sensación de que las cosas no han cambiado en mucho tiempo en los campos de Anglia. En interiores, las pisadas en la noche o los susurros que musitan «help us» componen todo acompañamiento, y hacen que dudemos si dar un paso más allá o quedarnos en la zona ya conocida, con la espalda pegada a la pared. Con este apoyo audiovisual, Boakes compone como nadie un ambiente gélido y amenazante en un lugar totalmente pintoresco, fruto del mencionado saqueo a la obra de M. R. James con un poco de Charles Dickens y de J. L. Carr entre otros, en el que también podemos notar ecos del folk horror de películas como The Wicker Man (la de 1973, evidentemente, influjo tampoco escondido por el diseñador), donde las viejas costumbres y el acervo pagano persisten en intensa unión con la naturaleza.

El alma mater de Darkling Room se sirve hábilmente de las herramientas de cazafantasmas (una grabadora, una cámara de visión nocturna, una cámara de fotos y un medidor de frecuencias) para mantener al jugador en tensión. Criptas, museos o iglesias abandonadas a la noche son los lugares a visitar. Unos lugares que de por sí alientan el terror en las mentes más vivaces, pero que Boakes consigue hacer realmente sobrecogedores siempre que juguemos con el ambiente adecuado (o no). A veces no pasará nada y comprobaremos que todo era atmósfera y sugestión; esperar a que ocurra algo es lo que efectivamente está ocurriendo y nos horroriza: el propio horror es el miedo a lo desconocido. En otras, más efectistas si se quiere, el susto procede del sobresalto, pero funciona igual de bien a la hora de inquietar al jugador. Y es en la cuidada interrelación de ambas donde esta aventura cumple con creces su terrorífico cometido. Nada como pasear por una iglesia vacía, de noche, estar atento, pasar a la cámara nocturna, oír pisadas y observar petrificado la hórrida visión con la que se nos saluda.

Conclusión

Es una lástima que The Lost Crown: A Ghost-Hunting Adventure se encuentre aquejado de errores de principiante, porque como aventura de terror cumple y cumple bien. Desgraciadamente, el diseño hace aguas por todas partes y es posible que el jugador que se acerque sin saber nada del juego lo abandone antes por lo frustrante que resulta seguir avanzando que por el miedo que pueda sentir. Con la paciencia y el tiempo suficientes, esta aventura aporta una buena dosis de terror, con un trasfondo muy sugerente, pero al que se le podría sacar mucho más partido atendiendo a los puntos clave de toda aventura y a sus detalles, en los que está tanto Dios como el Diablo. Recomendada para fanáticos del tema, se podría decir. Y un aviso, más que a los curiosos, a su diseñador.

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Review de The Lost Crown: A Ghost-Hunting Adventure
Imagen de The Lost Crown: A Ghost-Hunting Adventure
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Carátula de The Lost Crown: A Ghost-Hunting Adventure

Nuestra puntuación

Dos estrellas y media

Comentarios

4 comentarios.

Orden: Ascendente | Descendente

4
# Publicado el 9.10.2013 a las 22:47:27 por Anónimo

A mí también me encantó The Lost Crown -de hecho, también es uno de mis favoritos. Curioso que una de las cosas que más me gustaron fue precisamente que el juego no era lineal y que casi siempre tenía idea de lo que había que hacer (y dónde ir) gracias a la lógica de la trama. Perfecto no es, pero qué juego lo es… A mí ya me pareció una novedad que el protagonista fuera un "sosias" y no una chica súper estupenda.

Ah, y no es ningún secreto que el juego está basado en A Warning to the Curious, lo dice explícitamente el mismo Boakes en la página de Darkling Room y en varias entrevistas.

3
# Publicado el 11.7.2013 a las 17:59:07 por Anónimo

Es una de mis aventuas gráficas favoritas. Me gustó incluso más que el primer Dark Fall, del mismo autor, que también está entre mis preferidas. En todo caso, es un ejemplo más de que mis gustos y el de la crítica y la mayor parte de los jugadores pertenecen a mundos diferentes. Lo que es una pena, para mí claro, porque me es cada vez más difícil encontrar juegos que me gusten.

2
# Publicado el 1.5.2013 a las 12:24:36 por Risingson

A mi me parecio una pedanteria insoportable con un par de sustos de trenes de la bruja, diálogos expositivos inaguantables, voice acting mediocre y puzzles aburridísimos.

1
# Publicado el 29.4.2013 a las 20:52:13 por Anónimo

Este juego me sorprendió muy gratamente. Y ha pasado a engrosar mi lista de favoritos. Espero impaciente la continuación, The Last Crown. Es verdad que tiene fallos, pero comparado con las birrias que han salido en el género de unos años para acá, casi todas ellas sobrevaloradas, quizá por la escasez de títulos, las deja atrás muy largamente a casi todas.

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