Introducción

Tan sólo dos meses después de que Phoenix Wright: Ace Attorney se pusiera a la venta, su secuela, de la que hacía ya tiempo que se conocía su título (Phoenix Wright Ace Attorney: Justice for All), vino a aterrizar en nuestro mermado mercado aventurero. Con tan poca distancia entre ambas aventuras, el aficionado leal y tradicionalmente desconfiado, se vio de repente ante una situación insólita y taquicárdica, pues en sólo sesenta días tenía entre manos dos juegos que, conjuntamente, superaban en calidad a la gran mayoría del catálogo del género del momento.

Con el serio aval del primer Phoenix Wright, éxito clamoroso de ventas y público (hasta el extremo de crear una nueva raza de admiradores que pregonaban sus excelencias por los cuatro costados del planeta), el usuario sabía que podía apostar fuerte y sobre seguro por el recién llegado, un juego al que se le suponía, por extensión, elevadas dosis de diversión, un guión elaborado, un ritmo vertiginoso, unos personajes memorables. Es decir, todo aquello que había hecho del Ace Attorney lo que era. A fin de cuentas, ¿por qué debían introducirse cambios en una fórmula tan querida y acertada?

La conjunción Capcom-Nintendo, que llevan en esto de los videojuegos sus añitos y que conocen ciertas triquiñuelas, llegaron a la misma conclusión que el usuario, ofreciéndole lo que demandaba: más Phoenix Wright con ligeros retoques y unas virtudes intactas. No hace falta decir que volvieron a lograr su objetivo. Y no precisamente por los pelos.

Este review, apéndice necesario del que ya publicamos en su día, pretende adentrarse, de la mano de lo que adelantamos que es una nueva pequeña joya, en los secretos y las claves de un éxito sin paliativos que está lindando el fenómeno sociológico.

Argumento

Ha transcurrido un año exacto desde los acontecimientos que hicieron tambalear el Departamento de Policía y que concluyeron con la absolución de la fiscal Lana Skye. Phoenix Wright, el abogado de pelo de punta, cotiza alto en la profesión, pues cuenta aún con unos credenciales inmaculados: cinco casos, cinco contundentes victorias. La vida profesional, por tanto, le sonríe.

No así la personal: en un espacio de tiempo parecido, ha perdido a dos de sus soportes necesarios, a la atolondrada pero voluntariosa Maya Fei, hermana de su mentora Mia, especie de compañera, amiga y secretaria todo en uno, y a Miles Edgeworth, algo más que un rival y una némesis, puente con su dulce infancia y definitiva razón de su inclinación por la justicia. Ambos, por causas diametralmente opuestas, han decidido desvincularse de su existencia.

Así están las cosas en su microuniverso cuando decide llevar el caso de una joven policía a la que se ha acusado de matar a su pareja, asimismo agente de la ley. Antes de empezar la defensa, Phoenix será golpeado por alguien a quien no le interesa que afronte el juicio en condiciones, quedando amnésico y no recordando ni su nombre. De esta forma tan brillante, el jugador será introducido en un primer caso «tutorial» cuyas claves residen en un nombre ambiguo y en una poderosa melodía de Beethoven.

Conforme vaya avanzando, Wright tendrá que exonerar nuevamente a Maya, salvar el cuello de un mago acusado de matar a su patrón, un hombre prodigioso y bueno, para quien nadie parece tener ningún motivo —ni siquiera figurado— para querer verle muerto, y aceptar la defensa de una caprichosa estrella televisiva, en un caso que le reencontrará con viejos amigos. Pero también con antiguos fantasmas…

Comentario

Aclaremos, antes de nada, una cuestión importante para la futura argumentación de nuestro análisis: Phoenix Wright Ace Attorney: Justice for All se ajusta más a la categoría de prolongación que de secuela propiamente dicha. Esto es, el juego se muestra escasamente original respecto de su antecesor en cuestiones tales como la jugabilidad, su estructura o sus personajes. Desde el punto de vista crítico, es un aspecto muy de agradecer, pues nos permite entrar rápidamente en materia evitándonos circunloquios innecesarios. Eso sí, a costa de un apreciable resentimiento en el plano de la innovación.

Lamento tener que reprocharle a este Phoenix Wright una clara disposición a presentarse como algo nuevo dentro de lo idéntico, o sea, como lo que nunca debía haber sido: un juego que, en su afán por justificarse como título aislado con su propio precio de venta, adopta la actitud de producto presuntamente novedoso, introduciendo un par de pinceladas casi sin interés que merman y lastran, a ratos, su fabuloso ritmo. Es cierto, en honor a la verdad, que el jugador se adapta rápida y fácilmente a estas aportaciones vacuas, pero también es justo admitir que el juego podría haber pasado sin ellas, a riesgo —quizás no tan arriesgado— de llegar a asemejarse a su predecesor.

Ni el magatama, especie de amuleto místico imbuido de poder para detectar las mentiras de los sospechosos (representadas por «psicocandados» susceptibles de destrozarse una vez descubiertos sus secretos) ni, por ejemplo, la nueva fiscal Franziska von Karma (apellido no del todo desconocido para quien ya disfrutase de la primera entrega de la saga) ni tampoco, desde luego, la posibilidad de presentar «perfiles» junto a pruebas en las vistas orales, contribuye a tapar las carencias ya detectadas en el episodio anterior. Antes al contrario, las mantienen y, por si fuera poco, las magnifican: el desarrollo sigue adoleciendo de una linealidad que es ahora doble, lo que incide poderosamente en la dificultad de este Phoenix Wright, al obligar al jugador, no ya sólo a peinar escenarios en busca de pruebas para los juicios, sino también a hacerlo para descubrir, en falso, a algunos personajes.

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