Ocaso caribeño
Título: La fuga de Monkey Island (2000)
Desarrolladora: LucasArts
Distribuidora: Activision, Electronic Arts
Lanzamiento: 8 de noviembre de 2000
Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador Pentium o superior a 200 MHz | 32 MB de RAM | Tarjeta gráfica de 4 MB compatible con DirectX 7.0 u Open GL | 195 MB de espacio en disco | Tarjeta de sonido de 16-bit | DirectX 7.0 o superior | Windows 95, 98, Me ó 2000
# Publicado el por Tomás Maidagan
No es que se caiga en lo indigerible, pero no deja de resultar chocante la manera en la que el ingenio y la chispa más lucasiana dejan paso a un rejuntado de semi-minijuegos de poca monta y a los puzles más olvidables. En este metafórico haraquiri se incluye, claro está, el ya famoso Monkey Kombat, una innecesaria y desafortunada evolución de la característica lucha con insultos que sustituye los clásicos vilipendios por chillidos de mono, ciertamente menos memorables (en el sentido más literal, pues no quedará más remedio que coger lápiz y papel para progresar). A partir de este punto, tan sólo en muy aisladas excepciones, como en el puzle de la devolución de memoria, podremos encontrar retazos remotamente reconocibles de lo que había sido la aventura hasta el momento. En un alarde de esto que casi podría calificarse como una operación de tierra quemada, el juego encuentra tiempo para incluir una revelación argumental sobre el pasado de Herman Toothrot, que habría resultado efectiva si no contradijera flagrantemente hechos que se nos habían contado con detalle tanto en la primera entrega como en la tercera.
El compendio literario, el perfecto sabor a historia de piratas clásica que presentaban The Secret of Monkey Island y LeChuck’s Revenge, no tiene continuidad en este cuarto capítulo. El aroma ya se había diluido en parte con The Curse of Monkey Island, y ahora el distanciamiento se culmina casi deliberadamente. La fuga de Monkey Island se aleja de la atmósfera piratesca de sus predecesores (cómica pero, a la vez, muy conseguida), y en su lugar presenta un Caribe argumentalmente invadido por el turismo, es decir, más contemporáneo que nunca. Está servido, pues, el contraste entre hechizos vudú y equivalentes a Starbucks; entre piratas demonio y tiendas de souvenirs. El juego hasta se permite el divertido ultraje de convertir el Bar Scumm en un restaurante de Sushi. La peculiar idea, aunque muy alejada del estilo que venía planteando la saga, está llena de posibilidades muy interesantes y se aprovecha con eficacia en varios tramos de la aventura, pero acaba desinflándose junto a todo lo demás en la recta final. Una recta final donde se da paso al extravagante exceso, al delirio mal integrado, con una batalla entre un robot y una estatua gigante como máximo referente. Sólo el aire desenfadado que sigue desprendiendo la aventura, aparentemente consciente de la dantesca situación que se plantea en su cierre, salva los muebles en estos momentos culminantes.
Es de agradecer, en consecuencia, que los dos primeros capítulos de la aventura supongan más de dos tercios de la misma. El balance entre virtudes y defectos se decanta del lado positivo, pero el regusto final sigue quedando irremediablemente empañado.
El juego emplea el mismo motor que el nunca lo bastante alabado Grim Fandango. En este caso, la idea parece que era conseguir traspasar al 3D el look cartoon de Monkey Island 3. Lo cierto es que, si bien se trata de un apartado decente y que, en efecto, mantiene cierto parecido con el estilo iniciado por The Curse of Monkey Island (estilo que, casi diez años después, Telltale recuperaría con mayor congruencia para Tales of Monkey Island), dista mucho de la brillantez artística de su predecesor, y de la del resto del catálogo de la compañía, dicho sea de paso. Subrayar lo básico del modelado de algunos de los personajes y lo descafeinado de los fondos es, quizá, el apunte más significativo que se puede hacer de un apartado funcional pero poco destacable, en realidad más acartonado que cartoon. La música, por su parte, corre a cargo de los tres grandes de LucasArts, Michael Land, Clint Bajakian y Peter McConnell, y, como no podía ser de otro modo, sigue conservando la maestría que siempre ha caracterizado a la saga, por lo que se adapta perfectamente a la ambientación que presenta esta cuarta entrega sin perder en ningún momento la continuidad con las que vinieron años antes.
Por último, cabe destacar el cuidado doblaje al español. Guybrush, LeChuck, la Señora del Vudú y Elaine mantienen las voces del tercer juego (cosa que, por cierto, no ocurre en la versión original en el caso de la gobernadora), y el resto del reparto guarda, en su mayoría, un extraordinario parecido con las voces inglesas, tanto en timbre como en interpretación. Podría decirse que se trata de un trabajo cien por cien serio, si no fuera por el estridentísimo tono agudo que, de forma inexplicable, se le ha asignado al protagonista. Inexplicable porque, además de no cuadrar con el registro usado por el mismo actor en la anterior entrega, no se conserva en las escenas pregrabadas; es decir, que resulta que Guybrush, en función de si nos encontramos en un diálogo in-game o en un vídeo, tendrá la voz de un pitufo o la que hasta el momento lo había caracterizado en nuestro idioma. Aun con esta nada desdeñable tara, el doblaje seguiría estando muy por encima de la media incluso si el listón no estuviera a ras de suelo.
Conclusión
La fuga de Monkey Island es una buena aventura, si hacemos un balance, o una estupenda aventura horriblemente rematada, si nos da por disociar. Y aunque los malos comienzos que se acaban enderezando suelen perdonarse con facilidad, lo que empieza con talento y acaba degenerando tiende a dejar una sensación mucho más agridulce.
Así y todo, es difícil descifrar la cadena de inferencias y criterios que han convertido a esta en la aventura que todo buen aficionado al género y a la saga debe odiar, como si de un Larry Magna Cum Laude se tratara; los designios de la opinión popular son inescrutables. Pero lo cierto es que es muy probable que el usuario libre de prejuicios pase, al menos, un buen rato con la cuarta aventura de Guybrush.
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