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Yo, el Supremo

Título: Ceville (2009)

Desarrolladora: RealmForge Studios

Distribuidora: Sin distribuidora en España

Lanzamiento: Febrero de 2009 (Alemania)

Especificaciones (mínimo recomendado): Procesador a 1,7 GHz o superior | 512 MB de RAM | 2 GB de espacio en disco | Tarjeta gráfica de 128 MB compatible con DirectX 9.0c | Tarjeta de sonido compatible con DirectX 9.0c | Windows XP (SP2) o Vista

# Publicado el por Gaspar Ruiz 2

Introducción

La lucha entre el Bien y el Mal, entre la Luz y la Oscuridad, ha estado consignada desde los albores de la humanidad. El choque de dos fuerzas opuestas, no exento de lecturas religiosas, míticas y hasta filosóficas, ha sido un tema recurrente en todas las disciplinas artísticas posibles. El videojuego la ha transformado en uno de sus pilares: no hay héroe sin su villano. Mario tiene a Bowser, los Belmont a Drácula, Link a Gannondorf…

El género ha sido pródigo también en el retrato de este enfrentamiento de fuerzas. Así, no es raro encontrar a grandes villanos que se cruzan en el camino de los protagonistas de turno. Un balance somero, sin ánimo generalista, nos remite a personajes de la talla del Tentáculo Morado, LeChuck o el fascinante Von Glower. Sin embargo, el papel de villano casi siempre está destinado a antagonistas de héroes que alcanzaban este estatus precisamente al medirse contra su reverso tenebroso. Ceville, como hizo Malcolm’s Revenge antes que él, cambia las reglas: ahora es también el protagonista.

Argumento

Una conspiración palaciega depone a Ceville, el tirano que, con mano de hierro, controla los destinos de los habitantes de Faeryanis. Tras escapar a duras penas del palacio sitiado, Ceville descubre que el instigador de la revuelta que ha inflamado el reino es su propio chambelán, el brujo Basilius, un sujeto neurótico y obsesionado con el poder. Sin tiempo aún de asimilar su desgracia (ni de soltar exabruptos ni sonoros vituperios), Ceville es hecho prisionero de la forma más estúpida por el coqueto paladín Ambrosius, guardián del Orden y del Bien. Gracias a la ayuda de la candorosa Lily, la única persona del reino convencida de que puede cambiarle (para mejor), logra arrostrar esta nueva vicisitud, y se proclama dispuesto a castigar a su siervo traidor, procurando recuperar, de paso, lo perdido y lo que ilegítimamente le corresponde.

La niña y el tirano idearán un plan desesperado: forzarán en el Consejo que representa a todas las grandes razas de Faeryanis la elección de Gwendolyn, el mal menor, como contrapeso al regente Basilius. Sin embargo, este frágil plan, que contará con la inesperada alianza del otrora rival Ambrosius, se estrellará con las maquinaciones de Basilius, decidido a convertirse en el amo del lugar a cualquier precio…

Comentario

En Ceville, el desgastado dicho «la belleza está en el interior» deja de ser lugar común y pasa a ser declaración de intenciones. Son pocas las aventuras que presenten una estética tan feúcha y hortera como esta, particularmente desafortunada en el modelado simplón de ciertos personajes y en el aspecto de algunos de los abundantes escenarios (por no hablar de aquellos efectos que apenas permiten distinguir los cursos de agua del humo de chimeneas). De no inscribirse en un género donde el cuidado técnico puede llegar a ser irrisorio, Ceville moriría repudiado; hete aquí sin embargo que, gracias a las particularidades del sector, este patito feo tiene la posibilidad de convertirse en cisne.

Estamos ante una rotunda anomalía. Por estirpe, procede de una nación (Alemania) conocida por su seriedad y falta de sentido del humor, y que parece haber olvidado este cierto cliché cada vez que se ha metido en el jardín de la aventura cómica. Por generación, le ha tocado ver la luz en un periodo sombrío para la creatividad dentro del género. A tenor de mucho de lo visto y sufrido en la última década, no son pocas las historias que tiran de chistes de saldo para tapar sus carencias, de un humor tan de mercadillo que podría provocar una apoplejía a Al Lowe, padre de algunos de los más descacharrantes chascarrillos que se han oído —y que se oirán— en nuestro campo. Ceville se distancia tanto de lo que le rodea que cabe preguntarse si no se equivocó de época de nacimiento: su fealdad es incuestionable, pero no lo es menos que su acerado ingenio, su muy notable diseño y su encomiable humorismo.

Para exonerar el aspecto poco agraciado de su aventura, RealmForge han introducido en su obra un humor ingenuo, de niño grande, que convierte al protagonista y a todo su entorno de fantasía en fenómenos entrañables, cándidos, simpatiquísimos. El propio humorismo del juego es tan genuino, tan propio, que da la impresión de ser, aun sin serlo estrictamente, un camino intermedio entre el explícito gamberrismo del humor blanco y el despiadado sarcasmo del negro. A decir verdad, Ceville no ofrece a este respecto nada que no hayamos visto ya; lo que sucede es que, como pasaba antes, en su presentación se ha puesto un mimo que hoy en día, atrofiados por tantas nulidades, resulta ciertamente insólito. Encontrarse diálogos medidos, que alternan lo gracioso con lo útil (la hábil aportación de pistas), o un deseo tan notorio por agradar en la trama, en sus acontecimientos, o en las conversaciones, son ventajas que los nostálgicos de las cosas bien hechas ya dábamos por perdidas. Los desarrolladores no se limitan única y exclusivamente a desplegar su enciclopédico, y a veces discutible, conocimiento del género y exponerlo forzada e inopinadamente a modo de débil argumento de autoridad; precisan, ante y sobre todo, de una auténtica perspectiva que les obligue a hacer lo que hacen no ya con un mínimo pudor sino con un atinado sentido común. Huelga decir que hay rastros de ambas maneras en el proceder de RealmForge.

Aquí no se han ido con zarandajas: los puzzles entran dentro de esa categoría que actualmente, por contraste, se da en llamar «clásicos». Lo clásico remite inmediatamente a algo que tiene un buen sabor añejo; Ceville tiene en su genética más de veinte años de narrativa visual, y por ello incurre en aciertos plenamente satisfactorios sin caer en ninguno de los errores que hoy frustran al jugador (a saber: puzzles de tablero, tramos con sigilo o innecesarios laberintos).

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Nuestra puntuación

Cuatro estrellas

Ceville

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