Introducción

Mal le sentó a Revolution alejarse del estilo que había marcado en la primera y segunda parte de la serie Broken Sword para acometer el desarrollo de la tercera. Tan mal que la reputada empresa británica no pudo con el golpe que le supusieron las malas críticas y las quejas de los incondicionales de una saga que parecía terminar de manera precipitada y con menos de aventura y más de Sokoban: Revolution Software se disolvía como desarrolladora allá por el año 2003, justo después del lanzamiento de El sueño del dragón, y en su plantilla empresarial quedaban sólo Tony Warriner y Charles Cecil, sus fundadores.

Poco tiempo después de la noticia, nos sorprendíamos tras el anuncio de Beneath a Steel Sky 2, con una Revolution (y sus dos miembros) en calidad de mente creativa, que delegaría el resto de tareas en compañías de desarrollo, y amparada bajo una misteriosa productora que nunca llegó a hacerse pública. Pero, ah, el tiempo pasaba y nada se sabía de esta secuela hasta que repentinamente se anunció, para asombro de propios y extraños, que estaba en desarrollo la cuarta parte de Broken Sword, serie que se creía completada con el anterior capítulo, esta vez con la mención clara a THQ como productora absoluta y no sólo como distribuidora. Aunque a día de hoy no se ha sabido más acerca del desarrollo de la secuela de Beneath a Steel Sky, Broken Sword 4 sí se ha terminado y estamos en disposición de afirmar que, al margen de polémicas sobre doblaje y augurios catastrofistas, El ángel de la muerte no sigue el camino tortuoso marcado por su antecesor.

Argumento

No le van bien las cosas a George Stobbart. Después de su aventura con el dragón y la espada, se encuentra con que ha perdido su trabajo y, asociado con su amigo Virgil, se ve obligado a poner una agencia de fianzas en el peor barrio de Nueva York. Ya es un trabajo lo suficientemente malo como para que encima un día, sin comerlo ni beberlo, se vea perseguido por la Mafia por culpa de una cliente que requiere más servicios que una simple fianza. Pero claro, ella es tan atractiva y, sobre todo, le ofrece tanto dinero, que cómo negarse.

Así, George vuelve a pasarse a la aventura para recuperar un manuscrito que indica la posición de un tesoro y, sin querer, acaba involucrado en una serie de acontecimientos que dejarán otra huella en su vida, pero también en sus sentimientos.

Comentario

Broken Sword 4 comienza de manera ágil, con una corta secuencia de introducción que mete de lleno al jugador en la acción, y mantiene esa agilidad narrativa durante toda su duración. La trama incita a seguir jugando en la medida en que se desgrana de forma magistral, con continuas sorpresas y con giros argumentales de una cierta imprevisibilidad, gracias a un guión —en su tronco central— que recupera el tino que caracterizó a las dos primeras entregas y que se perdió en la tercera, que mezcla a la Mafia con conspiraciones religiosas; templarios (sí, aparecen de nuevo, aunque no como leitmotiv, pese a su gran importancia en el desenlace y a su claro efecto reclamo); ciencia; artilugios bíblicos y búsquedas del tesoro al más puro estilo Indiana Jones —en La última Cruzada—; pero sin la acción desmedida que convertía en la anterior entrega a George Stobbart en un mal émulo del personaje de Spielberg cuando su característica principal había sido la de ser un aventurero incidental, con más vocación de detective de libreta en mano que de cazatesoros.

Dicho tronco central se apoya y gira en torno a una única figura, verdadera fuente de los hechos que se narran, la misma que tantos quebraderos de cabeza ha traído al fanático recalcitrante: la bella Anna María, el personaje que inicia toda la historia, el que nada más aparecer ya da la impresión de que no es todo lo que parece, de que hay algo que no termina de encajar con ella, arquetipo de la femme fatale perfectamente construido y origen de todos los golpes de efecto de la aventura. Es curioso que sea un personaje tan interesante teniendo en cuenta que los diálogos con George son más que escasos y no se prestan a la complicidad con su interlocutor, demostrando la habilidad de Cecil al elegir las elipsis dramáticas y la inteligencia con que está construido el hilo conductor del juego.

Que no cunda el pánico, Nico Collard aparece en una escena que ironiza con lo que vendrá después y, como en los capítulos previos, se la controlará en una fase.

No destacan, sin embargo y como ya le sucedía a la primera entrega (menos a la segunda, puesto que se trataban de manera más somera, con bastante acierto) los personajes secundarios, no ya en su trasfondo, porque tampoco se le puede negar a Cecil el tiento que tiene en definir el carácter de ciertos personajes con escasas líneas de diálogo —algo muy de agradecer y que en otros títulos, como The Longest Journey, tienden a prolongar de forma flagrantemente innecesaria—, sino en la poco cuidada elección de palabras, en el apresuramiento con que da la impresión que están escritas sus líneas, en las repeticiones de frases cortas que comparten, un defecto que tan poco cuesta evitar poniendo un poco de mimo. Por fortuna, esto no ocurre con todos, y aquellos secundarios con una cierta trascendencia argumental han gozado de una mayor atención.

En falta se echan, también, las tan ansiadas descripciones que tanto ayudan a meterse en el universo de juego (y que las que hay no adelanten acontecimientos, como puede ocurrir varias veces si decidimos examinar un objeto antes de hablar con aquél personaje), y las frases de respuesta predeterminada variadas que evitan el desgaste de interés del jugador y su exasperación.

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