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Inconsistencia sumarísima

Título: Ace Attorney: Apollo Justice (2007)

Desarrolladora: Capcom

Distribuidora: Nintendo

Lanzamiento: 9 de mayo de 2008

Especificaciones (mínimo recomendado): Nintendo DS

# Publicado el por Gaspar Ruiz 0

Introducción

Muy bien debieron de funcionar a nivel de ventas los Phoenix Wright para que Capcom y Nintendo, empresas habitualmente discretas, se lanzaran a prolongar la saga más allá de sus tres títulos embrionarios. Tan bien que, convencidos del éxito de una continuación de la serie sin su protagonista, decidieron trazar una senda exclusiva en DS con tímidos cambios respecto a lo que funcionaba (y rentaba); ese nuevo título, que hacía suya la máxima del Príncipe de Salina según la cual para que las cosas cambien deben de permanecer como están, se bautizó como Apollo Justice.

Comercializado en España antes que Trials and Tribulations, considerado por muchos el mejor de los capítulos de la saga Phoenix Wright, con el evidente ánimo de tantear el mercado, Apollo Justice sienta perfectamente las bases para asegurar futuras entregas. Exactamente todas las que quieran. Y las que permitan las ventas, como es natural.

Argumento

Apollo Justice es un inexperto abogado del bufete Gavin & Co. a quien un día se le presenta la ocasión de su vida: defender al famosísimo Phoenix Wright, su ídolo, en un juicio por asesinato. Todos los indicios parecen estar en contra de quien una vez fue el mejor letrado de la región; por si estos no fueran suficientes, la fiscalía ha encontrado, además, a una testigo ocular que afirma haber presenciado el crimen. No cabe duda: Phoenix Wright, ex abogado y pianista mediocre en un restaurante ruso, ha matado, por cuestiones de orgullo y de juego, a Shadi Smith, viajero y contrincante en una partida de cartas clandestina. Todo está listo para emitir un veredicto de culpabilidad cuando, casi sin quererlo, Apollo logra desmontar el principal argumento de la acusación, imponiendo una tesis tan inverosímil como inquietante.

Ese juicio supondrá un giro radical a su vida. Nuevas revelaciones, algunas sobre su pasado, le acompañarán en su consagración definitiva. Todas ellas relacionadas con un sórdido acontecimiento ocurrido hace siete años. Y con el Diablo…

Comentario

Si englobásemos Apollo Justice dentro de la saga Phoenix Wright no nos quedaría más remedio que reconocerlo como su episodio más flojo. Razones no faltan para sostener esta sentencia.

Para empezar, tiene, de lejos, a los personajes menos carismáticos de los cuatro juegos. Apollo podría ser una sosa extensión de Phoenix Wright, con quien comparte personalidad y hasta líneas de diálogo (especialmente cuando presenta pruebas que son rechazadas por erróneas); Trucy, su compañera, es Maya Fei con chistera; la inspectora Ema Skye (ya conocida por los aficionados) no tiene, ni por asomo, la chispa ni la ternura de Dick Gumshoe (ni los abogados se comportan con ella de manera tan despiadada como con el desastroso policía de chaqueta raída y mejillas sin afeitar); y Klavier Gavin, el fiscal, es una enfermiza copia de Miles Edgeworth hasta en sus mínimos gestos, embutida en el insoportable traje de estrella juvenil del pop (rara variante musical de enorme éxito en Japón).

En verdad, poquita originalidad puede apreciarse a lo largo y ancho del mini cartucho. Los casos tienen un regusto a añejo; la estructura de presentación-investigación-juicio acaba cansando por la escasa satisfacción que aportan las supuestas novedades autóctonas de DS, consistentes en su mayoría en procesar y comparar huellas dactilares y en escanear documentos (acciones planteadas de una manera poco dinámica); y las bromas ya no surten los efectos pretendidos (peor que eso: en vez de aligerar los procesos, los hacen pesados). Ni siquiera el brazalete —plagio en clave descafeinada del Magatama de Maya— con el que Apollo percibe tics nerviosos o la reconstrucción de los casos en 3D pueden tomarse por rupturistas innovaciones.

Los casos presentan unas lagunas argumentales bastante importantes, debido a que aquí se ha confundido «rizar el rizo» con «sorprender». Las cuatro aventurillas de Apollo intentan ir más allá todavía, presentando misterios imposibles con una clara obsesión por el suspense. El fracaso es notable, porque el jugador suele saber no ya sólo quién es el asesino (mostrado o apuntado desde el principio), sino hasta cómo y por qué se produjeron los hechos mucho antes de llegar al final de la tercera jornada judicial, de manera que, más que impulsado por el interés, acaba dejándose llevar por el tedio (y la desesperación, al constatar la fascinación de los guionistas por plantear las cosas en zigzag y no en línea recta). Cada hecho probado ya no equivale a una montaña escalada, sino a la previsible subida de una colina.

No hay más que ver quién es el verdadero criminal del caso inaugural para darse cuenta de por dónde van a ir los tiros. Sí, es cierto que se ha procurado imprimir una lógica a todo el conjunto, pero se trata de una lógica endeble, casi providencial, saturada de intolerables casualidades que convierten incluso las tramas más elaboradas en los peores guiones de Perry Mason.

No obstante, es posible apreciar en este Apollo Justice pequeños destellos, algunos muy dignos de mención. Ignorando Trials and Tribulations, este es, de los cuatro, el que mejores clientes (sobresale Machi Tobaye, el pianista ciego de «El caso de la serenata») y alguno de los mejores muertos (Romei Latouse y Drew Misham) lega para la galería, aunque sean también el resultado —exitoso, eso sí— del deseo por experimentar con el reclamo circense del «más difícil todavía».

Algunos casos están bien presentados y son ingeniosos, pero su flagrante renuncia a centrarse en los pilares de toda buena narración de misterio (resumidos en «oportunidad» o medios y en «motivos» o móvil), ya sea por omisión o carencia (en algunos es muy nítida la oportunidad, pero acaba siendo una incógnita el móvil), les hace perder enteros.

Conclusión

Apollo Justice nace descaradamente del gancho de sus antecesores y de él se nutre, aportando a la saga un buen puñado de inconsistencias argumentales precipitadamente resueltas. Es entretenido como juego aislado y decepcionante como parte de un todo; seguramente tendrá sus secuelas, pues quienes se entusiasmaron con las otras tres maravillas lo compraron indiscutiblemente. Pero, o mucho cambian las cosas, o el impostor acabará cayendo por su propio peso y con todas las de la ley. El tiempo dirá.

No deja de ser sintomático que lo mejor de este cartucho, disculpad el spoiler, sean los veinte minutos de auténtica gloria, de catarsis absoluta, que tiene el grandísimo Phoenix Wright, exudando veteranía y habilidad.

Cuando lo bueno funciona, ¿qué sentido tiene intentar cambiarlo?

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