En la aventura gráfica caben historias de cualquier tipo, y ese es uno de los motivos por los que es diferente. Lo que llamamos puzzle (que no es el rompecabezas tradicional) permite que se pueda narrar de manera muy flexible sin dejar de lado el juego en sí, sin olvidarse de la necesaria interacción entre el juego y el jugador; permite establecer un entendimiento entre narración y jugabilidad donde no prevalezca ninguna de las dos. Hay historias a las que sólo se acerca el género, que parece que no serían posibles fuera de él y aún dentro del videojuego. The Night of the Rabbit es una de esas historias.

Jeremiah Hazelnut vive a las afueras de una ciudad gris, en el bosque, más allá del antiguo Muro de la Lechuza, cerca del Árbol de la Senda. Le quedan dos días de vacaciones de verano. Dos días enteros de aventuras. De repente, aparece de la nada una carta con misterioso mensaje: «cómo preparar una llamarada de zanahoria». Jerry tiene un sueño. Jerry quiere ser mago. Y siguiendo la receta de la carta termina por conocer a uno. Al último de los Caminantes Arbóreos, el Marqués de Hoto, que le hará su aprendiz, y le llevará a un lugar sin límites, donde nada es imposible; un lugar entre mundos, entre posibilidades.

Los breves y enigmáticos momentos iniciales de The Night of the Rabbit presentan a un conejo antropomorfo mudo que, en una encrucijada neblinosa, busca el principio de su historia con la ayuda de un extraño chamán. «Debemos buscar algo que dé la sensación de un “Erase una vez”. Un comienzo huele como el aire en primavera y la esperanza de algo más», indica el chamán. El guión desprende algo que ya no se ve casi en las aventuras (buenas o malas, bien o mal escritas): personalidad; esa clase de personalidad que tienen las historias creadas con verdadera pasión, la que suele llamarse «magia». Algo muy apropiado para un juego que trata sobre un aprendiz de mago. El prólogo causa desconcierto hasta que el conejo encuentra el comienzo que buscaba, y entonces arranca la auténtica historia y la avasalladora, portentosa y tierna introducción te produce escalofríos.

No vamos a engañar a nadie: estas sensaciones son exclusivamente personales. The Night of the Rabbit no le va a gustar a todo el mundo, porque es un cuento, una fábula donde la inocencia lo define todo: la inocencia pura, el candor de un protagonista de doce años que aún cree en gremlins-lobo, cuya mente desborda imaginación y que tiene el corazón lleno de aventuras. Un niño que todo lo mira con ojos curiosos, ni impertinente ni remilgado, ni cursi ni repipi. Jerry es un personaje alegre, entrañable y creíble, con el que no tienes que identificarte para que te caiga bien y que te cae bien desde el primer momento.

Matthias Kempke, el autor del juego, ha llenado de detalle el mundo de The Night of the Rabbit. Abunda la descripción, que ayuda a definir un mundo amplio, donde las balas de cañón son guisantes y las hojas caídas sirven de balsa, donde las espigas de trigo crecen altas como maizales y los espantapájaros parecen colosos absurdos. Así es el mundo de Mousewood y alrededores, repleto de acciones opcionales y de secretos, habitado por personajes identificables. Es fácil recordar aun a los más anecdóticos; todos tienen carisma, son únicos y a la vez familiares, poseen las trazas de una vida más allá de la pantalla. Ratones, ardillas, erizos, topos y búhos salidos de la tradición del cuento infantil ilustrado, unos dibujos animados que con rasgos de personalidad sencillos dicen mucho y dejan ver mucho más.

La imaginación de Kempke se transmite también a los puzzles, basados en exclusiva en el pensamiento lateral, en el uso y la combinación de objetos. Abarcan varios escenarios, están encadenados y entrelazados. Jerry comienza recogiendo moras para una tarta a cambio de que su madre le dé el primer trozo (y el más grande). Han conseguido que un puzzle de recadero sea agradable. En The Night of the Rabbit todo es agradable. Kempke no es muy amigo del puzzle de tablero, por lo general le parece ajeno al género y mal insertado: «Creo que pueden usarse en las aventuras, pero me molesta cuando no están integrados en la historia y sólo son puzzles de lógica que sirven para alargar el juego y nada más, que ni siquiera son divertidos. Si como jugador tengo que resolver algo que es completamente distinto al resto del juego, quiero saber por qué. Juegos como los Profesor Layton se basan en puzzles de lógica y en minijuegos. Y son preciosos. Así que los puzzles de ese tipo pueden funcionar, pero en mi opinión tienen que ser divertidos (¡esto es importante!), tienen que tener sentido en la historia (lo prefiero, aunque no sea tan importante) y deben encajar en el mundo del juego (esto también es importante). Algunos, como el slider, se han utilizado tanto en situaciones ridículas que se han convertido en una parodia. Hay un chiste del Profesor Layton en Internet. Es una imagen donde sale rodeado de llamas, y en el extintor hay un slider y una nota: resuelve el puzzle para usar el extintor. Layton estaba perplejo y triste».

Así, siempre opcionales, hay minijuegos de cartas y coleccionables nada pesados, que desbloquearán extras como los ocho breves audiolibros titulados Historias de Mousewood, cuentos cortos que Kempke escribió hace tiempo, que nunca publicó y que terminaron uniéndose a la idea del niño aprendiz de mago para formar el sustrato de esta aventura. Y como tampoco es amigo de los sistemas de ayuda, se las ha ingeniado para justificar el que le pedían por medio del propio juego: no sólo lo explica la historia, sino que es indispensable para resolver determinadas situaciones.

También hay algún error: diálogos demasiado largos con excesiva insistencia en las pistas («Creo que he aprendido mucho haciendo este juego —declara Kempke—, y espero que la próxima vez mis diálogos sean más concisos»); animaciones demasiado lentas («Ojalá hubiéramos tenido tiempo de cambiar ciertas cosas»); ausencia de mapa («Más avanzado el juego hay uno completo»). Cosas de primerizo, porque este es su primer juego comercial, que el diseñador admite sin cortarse y que está dispuesto a no repetir.

The Night of the Rabbit, que se lanzará a través de Steam el próximo 29 de mayo (con subtítulos en castellano), será como poco una aventura encantadora. Cuando sepamos cuál es la cantidad exacta de sentido de la maravilla que hay en el juego completo veremos cuánto pesan esos pocos defectos. Porque si no molestan The Night of the Rabbit será la genuina consagración de Daedalic, con todo lo bueno del estudio y poco de lo malo, y Matt Kempke se habrá convertido en un nombre al que prestar toda nuestra atención.

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