Introducción

Acabada la primera temporada de Sam & Max, habiendo jugado a sus seis entregas y empezando a escribir el artículo de la penúltima, lo primero que se puede decir es “chapeau”. Los motivos de esta felicitación no son exclusivos de la calidad de sus juegos (que, aunque con altibajos de por medio, también es digna de aplaudir), sino también desde un punto de vista creativo y empresarial. Han logrado resurgir de las cenizas de la LucasArts aventurera para llevar a sus seguidores lo que pedían y, más o menos, como lo pedían. Además, han conseguido llevar a buen puerto su empresa haciendo algo que evidentemente les apasiona, aún con el mainstream en contra; y por último han demostrado que se pueden hacer buenas aventuras gráficas con la tecnología actual, independientemente del método de distribución. Lo único que hace falta es imaginación y conocimiento histórico del género en el que se trabaja.

Y todo eso por no hablar de su excelente capacidad de promoción (han conseguido que se hable periódicamente, incluso a nuestro pesar, de sus juegos, y no sólo en publicaciones especializadas en la aventura gráfica), y qué narices, ¡han hecho que la gente les pague los juegos antes de terminarlos!

Argumento

Sam & Max están empezando a cansarse de la oleada de hipnotismo que azota a todo el mundo entero. Lo último: un dispositivo capaz de atrapar a la gente en una versión virtual de la vida real donde aparentemente son felices y viven sin problemas. Los policías son incapaces de tolerar esa blasfemia antinatural, y están convencidos de que hay un plan oculto que posiblemente intente estupidizar a la población. El responsable de esta calumnia contra la condición humana debe ser el mismísimo Internet, ¿pero cómo derrotar a alguien sin cuerpo ni forma física?

Con esta premisa en mente, los justicieros se embarcarán dentro del peligroso programa denominado Reality 2.0 para mandar al carajo a la red de redes.

Comentario

El equipo creativo de Telltale tiene un ingenio incombustible, que esperemos no se acabe quemando por completo cuando les toque iniciar un nuevo proyecto. Y es que con esta primera temporada de Sam & Max han sabido hilar una retahíla de puzles y enigmas enormemente consistentes y originales. Hacía tiempo que no jugábamos a una aventura en la que, al intuir la solución a los desafíos que nos planteaba, esbozásemos media sonrisa y exclamásemos para nosotros: “¡hostia, vale!”, así, con alegría en lugar de la decepción que muchas veces provocan los puzles rebuscados únicamente para aumentar la dificultad.

Sam & Max, y concretamente Reality 2.0, no se desgrana de forma lineal, sino que nos proporciona pistas de manera abierta para que, juntando tres o cuatro de ellas, nos hagamos una idea de la solución de todo el conjunto del episodio. Luego, obviamente, tenemos que entrar en la solución de los pormenores, alternando partes completamente lineales con otras más abiertas e incluso algunas entrecruzadas. Todo en el diseño de este juego (y en el del resto de sus entregas) es tan condensado, ameno y con la dificultad tan ajustada, que la frustración simplemente no existe cuando nos ponemos con él. Es decir, Reality 2.0 es un ejemplo de puzle divertido y bien integrado, si bien también es cierto que la franquicia se presta mucho más a ello que, por ejemplo, un thriller de misterio como los muchos que abundan actualmente.

Pero el punto fuerte del juego es el humor. Y si previamente la contracultura, la televisión, el mundo del crimen organizado y la política han sido los temas parodiados en las respectivas entregas anteriores, ahora le toca el turno a Internet y los videojuegos, temas de los que con respeto (más del que habría sido necesario) se burlan los guionistas, poblando la aventura de autoreferencias (“es una sensación familiar”, comenta Max cuando en un punto del juego se vuelven sprites), guiños a otros títulos (“It’s me, Sam!” grita alegre el perro cuando utiliza la antigravedad para recoger unas monedas suspendidas en el aire), o mofas de otros géneros (con luchas por turnos contra enemigos tan peligrosos como un charco de limo azul segregado por un grifo de Bosco, nada serio). Por no hablar del acto final: una gran broma tan descarada (a nivel técnico también) como surrealista, que un casual gamer jamás pillará (y posiblemente tampoco los “neojuegófilos” que tanto abundan por los millares de foros de Internet), y que demuestra que Telltale tiene un objetivo claro: agradar al aventurero, a nadie más.

Técnicamente, la realidad virtual en la que se sumergen los protagonistas no es la panacea del virtuosismo gráfico. Cumple su función, y reelabora los escenarios dándoles un aspecto más oscuro, iluminado epilépticamente. Posiblemente estemos ante la entrega más escasa de calidad visual, pero ello no impide que se disfrute tanto como las anteriores. Por su parte, la banda sonora versiona los temas que escuchamos en el “mundo real” y los convierte en piezas retro-electrónicas muy pegadizas, y acaba la función con un tema cantado por el propio compositor, tan vergonzoso como hilarante, creando un conjunto que, por decirlo de alguna manera, destila buen rollo.

Conclusión

Reality 2.0 se sitúa casi a la par con su antecesor, Abe Lincoln Must Die! Decir que uno es mejor que otro es meramente subjetivo, y dependerá de la susceptibilidad para reírse con la temática de cada uno, más que de cualquier otra cosa. Los dos están diseñados de manera soberbia, los dos estimulan el intelecto tanto de los aventureros casuales como de los “hardcore” y, en resumen, sendas aventuras son merecedoras de un notable alto.

Página 1 de 1

Imágenes relacionadas

Más imágenes