Introducción

Recientemente hemos sabido que Telltale ha duplicado su plantilla y que, entre otros, ha contratado a diseñadores de cierto renombre de la otrora aventurera LucasArts, como Michael Stemmle, co-artífice de Sam & Max: Hit the Road y La fuga de Monkey Island. Eso sólo tiene una lectura: en contra de todo pronóstico, las aventuras episódicas están funcionando de fábula y proporcionándoles cuantiosos dividendos que por cierto parece que están empleando para crecer todavía más, anunciando dos nuevas franquicias (de identidad desconocida en el momento en el que escribimos este artículo) que también serán episódicas, y también aventuras.

Este crecimiento, en principio, no ha afectado para nada al desarrollo de la tercera entrega de la segunda temporada de Sam & Max. Detrás de este Night of the Raving Dead están los mismos que se han encargado de sendas entregas previas, aunque hemos podido observar que, paulatinamente, la lista de créditos finales se ha ido aumentando, sobre todo en apartados técnicos. Y si lo hemos notado en los créditos, también lo hemos percibido en el juego en sí. En seguida os contamos por qué.

Argumento

Sam y Max aparecen atrapados en una suerte de mecanismo de tortura situado en un decorado gótico y bajo la atenta mirada de un vampiro algo peculiar. Los afilados pinchos que avanzan inexorablemente hacia los peludos cuerpos de los dos compañeros van a convertirlos en papilla si no hacen algo rápido. Posiblemente como un guiño al genial Monkey Island 2, uno de los dos le pregunta al otro cómo han llegado a esa situación, y ahí empieza el juego, a modo de flashback que nos lleva de vuelta a la oficina.

Allí, el vecindario está siendo atacado por zombis, y la pareja policíaca recibe la llamada del comisario para que le pongan remedio a esta sórdida situación. Las pistas les llevarán a la ciudad alemana de Stuttgart, donde se encontrarán con una suerte de castillo-discoteca regentado por un siniestro y «hostiable» vampiro cool adicto al techno. Y debe morir.

Comentario

Night of the Raving Dead se recupera muy notablemente del pequeño bajón que supuso el anterior capítulo de la temporada. Para ello, los chicos de Telltale no se limitan a escribir una historia que parodie el terror clásico (como sí haría Pendulo Studios, sin la más mínima gracia, en Hollywood Monsters, y como esperemos que no haga Bill Tiller con A Vampyre Story), sino que aprovechan la historia de monstruos, vampiros y zombis para establecer un parangón con la sociedad actual. De modo que los zombis no son simplemente muertos vivientes sedientos de cerebros, sino «bakalufos» adictos a la «disco» sin ningún tipo de personalidad o iniciativa, donde el hecho de que busquen cerebros adquiere un nuevo sentido. Por supuesto, el vampiro y anfitrión en Stuttgart no es precisamente el estereotipo de noble refinado, sino que se trata de un chavalín de aspecto gótico que parece que no haya salido del huevo, quien se cree poseedor de una gran sensibilidad creativa y artística, y a quien las tendencias le han llevado a ponerse piercings en los pezones. Ya lo dice Sam al conocerlo: un maldito emo.

Así pues, en este episodio 203 disfrutamos de una burla en toda regla a diferentes tribus urbanas al mismo tiempo que nos deleitamos con una muy correcta parodia del cine de terror clásico. Y todo ello trufado con un montón de diálogos inteligentes y brillantemente escritos, cuyas bromas tocan todos los palos posibles, con especial eficacia en las referencias a la cultura pop. Y es que, si tenemos en cuenta que en un puzle de diálogo en el que tenemos que rimar una serie de versos con una base musical de fondo se nos ofrezca la opción de elegir opciones como «stupid and loud, like a film by Michael Bay», esto sólo puede significar que los chicos de Telltale saben exactamente a qué público se dirigen: al mismo que se deleita con las películas de Kevin Smith. Personalmente, no creo que vayan muy desencaminados.

Posiblemente, este sea el episodio de Sam & Max en el que los personajes secundarios están mejor aprovechados. Sobretodo Flint, quien por fin sale a escena por todo lo alto, y nunca mejor dicho, porque el violento detective aparece en un determinado momento saltando por la ventana al mismo tiempo que dispara a zombis a diestro y siniestro, como un simpático émulo de John McClane, y ni que decir tiene que deberemos hacer algo al respecto, aunque tampoco os vamos a destripar nada, porque ciertamente este episodio es para disfrutarlo con sus múltiples y divertidísimos giros de guión bastante inesperados. También nos toparemos con el cadáver andante del mismísimo Abraham Lincoln, otra gran aportación que servirá de base para unos cuantos chascarrillos, que son, básicamente, el premio con el que nos obsequian los diseñadores al resolver los múltiples enigmas del juego, que esta vez no se limitan a ponerlos claramente lineales o abiertos, sino que seremos nosotros los que deberemos averiguarlo. Los zombis, y en especial la mano reanimada de Jesse James, serán el otro gran atractivo del capítulo, con alguna sorpresa al final del juego que ata el conjunto y lo empaqueta dando como resultado una de las más gratas entregas de la saga.

Pero para conseguir un capítulo tan redondo, el resto de apartados tienen que estar a la altura de las situaciones, los personajes y los diálogos. Y todos lo consiguen, desde un diseño de puzles rebuscado en su medida justa a la par que ingenioso (tiene de todo, desde uso de objetos a puzles de diálogo, pasando por pistas escondidas en escenarios, uso variopinto de objetos, e incluso enigmas escondidos tras falsas combinatorias más cercanas al estilo Lucas que a cualquier tedio de Frogwares), hasta un apartado técnico muy digno.

En este último destacan las nuevas y oscuras localizaciones del castillo de Stuttgart, con detalles que sobrecargan los escenarios como el estilo gótico exige, lluvia en los exteriores y una iluminación muy correcta, que proyecta blancos muy puros sobre los oscuros fondos cuando, por ejemplo, un rayo atraviesa el cielo con el único fin de dramatizar una conversación. No obstante, esta sobrecarga de elementos gráficos empieza a saturar un motor que no está para muchas virguerías, pero que de momento aguanta, y en ordenadores de gama media serán pocas las ralentizaciones que lleguemos a sufrir. A todo esto lo acompaña el que posiblemente sea el mejor trabajo de Jared Emerson-Johnson en la franquicia del perro y el conejo, que de nuevo se desenvuelve de maravilla tanto en piezas de jazz como en otras referenciales a filmes clásicos de terror, cambiando completamente de registro para componer una traca de temas techno con los que ambientar la rave del castillo.

Conclusión

Este episodio 203 alcanza la mejor combinación de humor, diseño, guión, gráficos y sonido. Todo está a la altura para conformar uno de los más divertidos episodios de la serie, que sorprende constantemente y no aburre en ningún momento, a no ser que eches mano de un sistema de pistas que no acaba de estar todo lo pulido que cabría esperar, y que en ocasiones confunde más que ayuda. Algún puzle está bastante sacado de contexto y otros son demasiado rebuscados, pero por lo demás nada defrauda en este Night of the Raving Dead, que por ahora se nos antoja como el equivalente al Abe Lincoln Must Die de la primera temporada.

Si piensan poner alguno freeware en ésta, que sea este.

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