Howard Phillips Lovecraft sigue siendo, a los 77 años de su muerte, una fuente inagotable de influencias e ideas derivadas. Su horror cósmico alejó al terror de caserones abandonados y del rechinar de cadenas en castillos de cartón piedra, para enfrentar al hombre a la inmensidad apabullante de la galaxia y de las «cosas» que reptan o babean al acecho. Estas historias, además de renovar las características del terror escrito, crearon una nueva geografía e impusieron otras reglas: el pobre desdichado que afronta lo ignoto, lo que tenía que permanecer oculto, tenía siempre un fin terrible. Las pesadillas nihilistas de Lovecraft alimentaron la imaginación de numerosos creadores en multitud de ámbitos. Dentro del videojuego, se recuerdan, entre otros, la serie Alone in the Dark, el tremendo Eternal Darkness de Nintendo GameCube, el Dark Corners of the Earth de Headfirst o, en nuestro género, el aterrador Shadow of the Comet y su irregular secuela, Prisoner of Ice, ambas de Infogrames, o la conversacional Anchorhead.

El «Solitario de Providence» vuelve a ser noticia porque una de sus escasas novelas —es discutible que sea la única—, El caso de Charles Dexter Ward, intentará dar el salto al videojuego por medio de una campaña de Kickstarter. Ya ha pasado su ecuador y, a falta de siete días, ha recaudado casi ochenta mil dólares de los doscientos cincuenta mil que busca. Detrás de ella se encuentra el estudio argentino Senscape, liderado por Agustín Cordes, el autor de Scratches y del venidero Asylum, también financiado gracias al micromecenazgo y que se está topándo con no pocos problemas de desarrollo.

La intención de Cordes con este título va más allá del puro homenaje aficionado. Durante un año y medio estuvo negociando con los propietarios de la marca Lovecraft los derechos de los escritos del autor estadounidense —cuya pertenencia al dominio público no está del todo clara—, para poder emplear nombres y cosmologías sin temer las represalias legales. Cordes ha conseguido involucrar en su proyecto, la punta del iceberg de un anhelo aún más ambicioso por crear toda una franquicia de juegos basados en la obra (o en reminiscencias) de Lovecraft, a T. S. Joshi, la máxima autoridad mundial en el escritor que hizo de Arkham, Miskatonic o Innsmouth parajes de pesadilla.

Preguntado por Aventura y CÍA, Cordes se muestra profundo conocedor de la obra lovecraftiana. Es curioso que eligiera para empezar una novela que el autor odiaba especialmente: «Lovecraft —explica— detestaba muchos de sus escritos. Además de Charles Dexter Ward, en sus cartas habló muy mal de La sombra sobre Innsmouth y La sombra fuera del tiempo (si bien el primero tiene sus altibajos, el segundo es un clásico indiscutido). A mí siempre me gustó Charles Dexter Ward por sus notables personajes y desarrollo narrativo, de lejos el más complejo que Lovecraft haya escrito. Siempre me pareció un argumento ideal para una aventura gráfica». No obstante, El caso de Charles Dexter Ward fue la segunda opción barajada para esta adaptación.

«Lovecraft —prosigue— tenía sus idiosincracias, pero siempre fue muy hábil con la prosa, y algunos de sus escritos rayan lo sublime. Todo el ciclo (onírico) de Randolph Carter [La declaración de Randolph Carter; La llave de plata; A través de las puertas de la llave de plata; El innombrable; La búsqueda de la misteriosa Kadath, a veces traducida como En busca de la Ciudad del Sol Poniente] es maravilloso, e incluso relatos muy tempranos como La tumba tienen pasajes de una belleza siniestra pese a la simpleza del argumento. Ningún escritor que haya logrado construir atmósferas tan creíbles y palpables puede calificarse de “malo”».

Lo que desde luego era Lovecraft era un escritor complejo. Estaba dotado de una cultura tan vasta como dispersa, alimentada por sus voraces lecturas autodidactas, que extraía de la gigantesca biblioteca de su abuelo materno, el prominente industrial Whipple Van Buren Phillips. Jamás quiso salirse de los márgenes de la literatura pulp. Autor aficionado, ligado a revistas de la época que recogieron sus abundantes escritos, y negro al servicio de autores peores, afición más que trabajo que le granjeaba magros ingresos, se relacionó con toda una pléyade de escritores afines en intereses, con los que mantuvo exclusivamente contacto epistolar. En vida, tan solo conoció a su admirado Edward John Moreton Drax Plunkett, «Lord Dunsany», con quien se reunió en una de las conferencias del bardo irlandés en suelo estadounidense. Lovecraft quedó extasiado con uno de sus maestros indiscutibles. No en vano, una de sus etapas creativas, en las que se inscribe precisamente el ciclo onírico de Randolph Carter mencionado por Cordes, es dunsaniana, y está más cercana a fantasías ensoñadas que a horrores cósmicos. De hecho, su Ciclo de Cthulhu –como sería rebautizado después, y póstumamente, por su hagiógrafo August Derleth, lo que le dio una connotación religiosa de la que carecía- se compone de solo trece obras.

Pero será precisamente ese horror el que presida la atmósfera del juego, en consonancia con el relato original. Cordes quiere incidir en el miedo a lo desconocido antes que en el miedo físico, al susto psicológico sobre el de tren de la bruja. Garantiza monstruos, cósmicos y de los otros, pero sin perder la hoja de ruta de sus principios.

También, y sin tapujos, reconoce que espera hacer un juego mejor que Shadow of the Comet, la gran referencia del género: «[Planteo] un diseño mucho más robusto —asegura— y fiel al material original. Y pienso que Shadow of the Comet perdió la línea exactamente a mitad de camino, cuando tienes que volar a lo Ícaro desde el faro».

«Estamos en el siglo XXI —afirma al ser interpelado sobre su idea del género— y ya deberíamos dejar atrás estas concepciones arcaicas sobre lo que es o no es una aventura. Y lo digo yo, un freak del old school que aún odia Myst a muerte. Serena fue un éxito rotundo para nosotros, particularmente porque fue un juego sin esfuerzo alguno de prensa o promoción. Y sí, definitivamente es un juego, aunque sus reglas y su desarrollo sean menos tangibles que en una aventura “tradicional”. Lo que a nosotros nos importa es que fue una experiencia inolvidable para muchos jugadores, que aún siguen discutiendo en Steam acerca del significado de la historia. Así y todo, Charles Dexter Ward es una aventura más tradicional que Serena». Cordes es un buen jugador, y lo ha venido demostrando en su todavía vigente campaña de Kickstarter, en la que ha planteado un exigente reto para identificar aventuras: los ganadores sumarán puntos y podrán llevarse premios relacionados con la oferta de recompensas que el equipo argentino piensa entregar a sus patrocinadores.

Con todos estos interesantes mimbres, no parece sin embargo que, en el momento en que se escriben estas líneas, The Case of Charles Dexter Ward vaya a materializarse. Cordes admite no tener un plan B en caso de que falle la campaña: «La idea de este Kickstarter es juntar fondos para realizar The Case of Charles Dexter Ward en paralelo con Asylum y con un presupuesto holgado. Si el Kickstarter no tiene éxito, vamos a dejar el juego en suspenso por un tiempo mientras terminamos Asylum».

Si no saliera adelante, siempre nos quedarán los materiales originales. La editorial Valdemar ha publicado las obras completas de H. P. Lovecraft. Sus escritos pueden encontrarse a día de hoy incluso en los catálogos de editoriales exquisitas, como las catalanas Acantilado o Alpha Decay. El lector español está sin duda de enhorabuena, porque podrá disfrutarlas también en la extraordinaria traducción de Francisco Torres Oliver. El traductor empezó con el autor estadounidense para la editorial Alianza en un libro icónico titulado Los mitos de Cthulhu, junto con su cuñado Rafael Llopis, antólogo e introductor: su texto es todavía una tesis insuperable sobre la cosmogonía lovecraftiana, sobre sus influjos y repercusiones. Dicho libro abrió las puertas de Lovecraft en Europa y sirvió para que fuese redescubierto e intelectualizado.

Agustín Cordes zanja con una declaración de profundo experto: «Considero Los mitos de Cthulhu como El Libro obligatorio de Lovecraft en español, algo épico». Que el lector tome nota.

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