Ron Gilbert entra en coma debido a una sepia en mal estado
Los restos del molusco cotizaron al alza en eBay
# Publicado el por Aventura y CÍA
Impactante noticia la que nos llega hoy para conmocionar a todo el colectivo aventurero. Uno de sus históricos representantes, Ron Gilbert, se encuentra ingresado desde la pasada tarde en el hospital Gregorio Marañón, con pronóstico reservado. Fuentes médicas consultadas han revelado que «se ha puesto malísimo» tras comer una ración de sepia en un establecimiento del castizo barrio de La Latina.
No hemos querido tardar en ponernos en contacto con la posible futura viuda del prestigioso diseñador, Jane Jensen, que muy consternada, pero agradecida por nuestro interés, ha disipado todas nuestras dudas al respecto de tan desgraciado incidente: «Nos fuimos a dar una vuelta al Rastro, que Ron quería comprar cedés vírgenes y yo ver si encontraba unas zapatillas para andar por casa, que no encuentro de mi número en ningún lado. Paramos a eso de las doce para tomar un piscolabis y pedimos algo para picar. Somos de horario continental, así que pedimos bastante, que él tiene mucho saque y yo tengo que comer por dos —recuerda la brillante escritora, haciendo referencia a su estado de buena esperanza—».
«Pedimos entresijos, una de bravas y otra de alioli, unos torreznitos, una de oreja, caballa en aceite, unas rabas y una de sepia, que con limón está muy rica. Bueno… primero pedimos unas cañas, para que nos pusieran la tapa —comenta Jensen—. Ya íbamos a pedir el café cuando Ron empezó a ponerse blanco. Pero blanco como la pared —añade con notoria preocupación—. Yo le dije: “¿Oyes, estás bien?”. Y me contestó, como es habitual en él: “No es nada, chica, que me ha dado un vahído, me tomo el café y se me pasa”. Le insistí un poco, porque Ron no es muy de cuidarse… Pero tiene mucho genio y me contestó: “¡Que no es ná, cojones!”». Esas fueron sus últimas palabras antes de desplomarse contra la barra. «Y ahí mismo me echó la sepia. Colorada como un tomate me puse —confiesa Jensen—». Pero Gilbert acabó inconsciente en el suelo y sin posibilidad de reanimación, dado que ninguno de los presentes se atrevía a practicarle la respiración artificial. «El Samur llegó al rato y se lo llevaron al hospital… y aquí estamos —concluye Jensen con abnegación—».
Así pues, todos los indicios parecen apuntar a la sepia deglutida y posteriormente arrojada por el macilento Gilbert, y dicha sepia se ha hecho ya tristemente famosa. La noticia del crítico estado de Gilbert ha corrido como la pólvora y todo lo relacionado con él se ha revalorizado exponencialmente en pocas horas. El profesor José Antonio Martínez, conocido por diversos estudios sobre el género aventurero para la prestigiosa Universidad de Murcia, analiza el fenómeno de una manera amplia y tajante: «Las reliquias son siempre objeto de rapiña y codicia. Pasa siempre con los ídolos de masas. Pasó con Jesucristo. Pasó con Tomás Rubio. Ahora le toca a Ron Gilbert —afirma—».
Y sus sabias palabras no pueden tener más eco en la actualidad: una vez reconocida la fama de su malparado cliente, el dueño y camarero del establecimiento en el que la pareja tomó su aciago piscolabis, Ceferino Pérez, ha sacado a subasta por eBay los tropezones que Gilbert desperdigó por el local. Pérez declara: «Todo lo que yo pongo en mi bar está fresquisísimo, ni intoxicación ni intoxicaciona. Ahora nadie va a querer una ración de sepia —prosigue—, y tengo tres kilos en la cámara que a ver qué hago con ella, que no me la dan regalada. A mí nadie me va a pagar los daños y prejuicios y mi chico, que es muy espabilado para esto de los ordenadores y hace informática en la facultad, me dijo que sacase provecho, que todo el mundo lo hace».
Para sorpresa de Ceferino, se ha llegado a pujar por los tropezones la escalofriante cantidad de 121.000 euros. Muchos euros para un cefalópodo parcialmente digerido. Cientos de miles de fans han explotado con increíble celeridad la creencia de que la sepia contiene, de alguna mística manera, el secreto de Monkey Island, ya que Gilbert declaró en más de una ocasión que se lo llevaría a la tumba. Desconocemos los extraños mecanismos de la necrofilia escatológica que puede llevar a nadie a albergar tales credos, pero lo cierto es que muchos coleccionistas y próceres han estado dispuestos a desembolsar importantes cantidades para tener en sus manos esta particular e irrepetible pieza. El afamado pintor Miquel Barceló fue uno de los interesados: «Yo lo hubiese dejado tal cual y hubiese construido alrededor un lugar de culto… Pero entiendo que reconvertir un bar en una catedral de la aventura gráfica conlleva ciertos problemas logísticos —confiesa—. Aún así, al enterarme de que una materia prima con tanto simbolismo estaba en venta, quise adquirirla. Quería construir con ella un pequeño tabernáculo, así como muy primario, cavernario, con colgajos y cosas del estilo. En su centro hubiera ubicado una impronta en estuco de un pollo de goma con una polea en el medio, que es la imagen universal de la aventura gráfica». El inspirado artista nos cuenta que su proyecto «es una clarísima alegoría a lo que ha venido siendo la aventura gráfica desde que Gilbert se retiró: algo desestructurado, caduco y con tufillo desagradable». Barceló se lamenta de no haber podido conseguir su propósito, pero no ceja en su empeño de ver realizado el sagrario: «Soy un artista flexible y debo amoldarme a las circunstancias. Esta vez no ha sido posible, pero ya me estoy moviendo para conseguir otros fluidos de Ron —comenta, con un poso de abnegación pero con firme determinación, mientras se enfunda un guante de látex en la puerta trasera del Marañón—».
El depositario del trofeo ha sido R. S., un rico empresario, filántropo y promotor del videojuego en el centro de Europa, que se ha limitado a expresar su alegría por la adquisición mientras intenta dilucidar en ella algo que vaya más allá de lo material, no dudando en recurrir a esoterismos arcanos: «Por mucho que lo miro, yo sólo veo unos trozos viscosos de sepia en un bote de garbanzos, que no le han quitado ni la etiqueta. Aún no sé si contendrá el secreto de Monkey Island, pero estoy estudiando al respecto. Según ciertas creencias indígenas, comerse el corazón de los enemigos hacía heredar sus mejores facultades. Me planteo la posibilidad de comérmelo y ver qué descubro».
A la espera quedamos de conocer la decisión del magnate, expectantes también por el destino de Gilbert, que actualmente se encuentra en un estado comatoso en el que sólo balbucea preguntas acerca de su hijo nonato. George Lucas, padrino de bodas y amigo íntimo de Gilbert, ha certificado esta información y ha añadido descarnadamente: «¡Que no somos nadie!». Desde Aventura y CÍA deseamos a Gilbert la más pronta de las recuperaciones y enviamos nuestro incondicional apoyo a su amante esposa y a su futuro retoño. ¡Ánimo!