En la última edición del prestigioso Tokyo Game Show, concluido la semana pasada, se dispensó a propios y extraños una noticia de calado: el estudio de animación japonés Ghibli está involucrado en el desarrollo de un juego para DS.

Aunque todavía es pronto para definir si va a tratarse de una aventura o de un RPG, o de una fórmula intermedia entre ambos (lo que viene a llamarse híbrido), lo cierto es que Ninokuni: The Another World, título de esta sorpresa mayúscula, goza de un aspecto gráfico excelente. No podía ser menos, a tenor de las películas que el estudio ha gestado en los últimos tiempos.

Para los despistados, o los paganos, Ghibli es propiedad de Hayao Miyazaki, el patriarca de la animación, responsable de algunos de los más sublimes hitos del género, como La Princesa Mononoke o esa maravilla multipremiada conocida como El viaje de Chihiro. Miyazaki es el referente de toda una generación que creció al ritmo de las pesquisas del Sherlock Holmes zoomórfico o de las andanzas montañosas de Heidi, Pedro y Niebla, amén de un profesional de reconocidísimo prestigio, como demuestran las devotas alabanzas que le brindan algunos compañeros de la competencia, como John Lasseter, fundador de Pixar, para quien es, sin discusión, «el mejor animador del mundo».

A Miyazaki tuvimos ocasión de verle en la desangelada Mostra de Venecia de este año, donde presentó su última película, Ponyo en el acantilado, escrita y dirigida por él mismo. A medio camino entre La sirenita y el cuento del siglo VIII Urashima Taro, tiene por protagonista a Ponyo, princesa de los peces de colores que, un día, acaba trabando amistad con Sosuke, un niño de cinco años hijo de pescadores. Este aclamado proyecto ha supuesto la reconciliación de Miyazaki con su hijo Goro, a quien nunca terminó de perdonar por su malograda dirección de Los cuentos de Terramar, basado en dos (La costa más lejana y Tehanu) de las cinco novelas que componen el ciclo homónimo escrito por la estadounidense Ursula K. Le Guin, una saga que ha sido objeto de deseo del realizador nipón durante más de veinte años.

Fue en Venecia donde se le pudo escuchar decir: «Cuando veo grupos de niños encuentro la fortaleza para seguir adelante con mi mensaje de esperanza». Un mensaje que parece hacerse extensible en el preciosista Ninokuni. En él, Level-5 (saga Professor Layton) ha decidido firmar un acuerdo con Ghibli para que se encargue de animaciones y escenas de vídeo. A juzgar por lo visto en el tráiler, que ya tenéis disponible en nuestra videoteca, el resultado es para descubrirse.

Decodificar ese deleite visual que suponen las imágenes en movimiento es sumergirse en una trama puramente «Ghibli»: un niño de trece años, huérfano por sus propios actos, recibe de manos de un hada un libro mágico donde existe una realidad paralela que convierte a sus conocidos en seres de fantasía.

En Japón disfrutarán de esta joya, que también será adaptada a una plataforma de sobremesa aún sin especificar (las apuestas se inclinan hacia la Wii de Nintendo), en estuche de verdadero coleccionista —última imagen—. Parece ser que Ninokuni será comercializado con el libro de hechizos que emplea su protagonista en el que se incluirá un bestiario e historias cortas a modo de aliciente; por supuesto, esperar que esta edición trascienda las fronteras del País del Sol Naciente y llegue a nuestros mercados es pura quimera. Pero ya se sabe, soñar es gratis.

Tanto si Ninokuni: The Another World es aventura como si no, merece todo el interés y el respeto de los amantes de lo bello. La batuta de Miyazaki (y de Joe Hisaishi, el asiduo compositor de todos los filmes «Ghibli» desde Nausicaä del Valle del Viento) nos transporta nuevamente, como ya hiciera con Ingary (ver El castillo ambulante), a un mundo mágico, donde la infancia se convierte en la mayor virtud. Y también en la mayor aventura.

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