No todo viene de Oriente, aunque no nos salimos de la línea «exótica» de nuestras últimas noticias, pues los daneses de Guppyworks han anunciado que se encuentran desarrollando el que será segundo título de la ya saga basada en el popular escritor y poeta nacido en Dinamarca. El primero, The Ugly Prince Duckling, que no ha llegado a ver la luz en España (quien sabe si acabará haciéndolo, a tenor de las últimas sorpresas…), cuenta la historia —ficticia, por supuesto, aunque con una pátina de realidad al estilo del filme de Terry Gilliam Los hermanos Grimm, como ya comentamos en su momento— de un joven Hans Christian Andersen, de sólo 14 años, que en el Copenhague del siglo XIX deberá salvar a una princesa que ha sido encantada por un malvado troll. El terrible Sr. Schwartz, que es en realidad el troll en un astuto disfraz, está sembrando la oscuridad en la ciudad y a sus habitantes de dolor y lo único que podrá restaurar el orden natural de las cosas es el famoso yesquero del cuento homónimo. También se mezcla en la historia el relato de El Patito Feo, que da nombre a la aventura, y el de La Cerillera.

Pues bien, la secuela que hoy nos ocupa tomará como referencias Pulgarcita (sí, en femenino; Pulgarcito es, casualmente, de los hermanos Grimm), El traje nuevo del Emperador o El Patito Feo de nuevo. El argumento girará en torno a un espejo mágico que el mismo Diablo creó antaño y que tiene la peculiaridad de convertir todo lo hermoso y bello que en él se vea en retorcido, ridículo y asqueroso. Unos pequeños demonios deciden robarlo con la intención de ver cómo quedarían los ángeles en su reflejo… pero lo pierden, y el espejo se rompe en siete pedazos, seis de tamaño visible y uno minúsculo que, mientras que los grandes acaban esparcidos por todo el reino, da en caer en el ojo del joven Kay, quien bajo el perverso influjo del cristal, que hace que todo lo vea al contrario de cómo es en verdad, decide exiliarse a los dominios de la reina de las nieves, a un lugar tan frío como ahora es su propio corazón. Allí será, en la capital noruega en el año 1800, Christiania (la que ahora es Oslo), donde el creador de todas estas fábulas habrá de buscarle.

Ciertamente se puede decir que quien no conozca los fantásticos cuentos de Andersen es que no ha tenido infancia, y aunque no sabemos lo encantadora o no que es The Ugly Prince Duckling, pues no hemos tenido la oportunidad de echarle mano, lo que no se puede negar es que de estar bien mezclado, todo el entramado de las historias del artista nórdico puede dar mucho juego. Como tampoco puede negarse que el gusto por el detallismo dentro de su muy particular estilo gráfico es exquisito; detallismo que compartirá con las correspondientes mejoras esta segunda parte de la que os hablamos.

Otra cosa que no hemos tenido la oportunidad de comprobar es cómo se comporta la inteligencia artificial de la primera parte, que en su momento anunciaron como capaz de hacer que los personajes tomaran comportamientos humanos hasta el punto de simular de manera realista las relaciones sociales de los mismos (lo que, evidentemente, es tan jactancioso que crea una duda bastante más que razonable), y que The Snow Queen and the Magic Mirror promete incluso mejorar.

Verdad es que las críticas que ha recibido en la prensa internacional han sido irregulares, más tendentes hacia el halago que hacia el reproche (todo hay que decirlo), y que ya ha pasado mucho tiempo, pero ante una propuesta tan singular —y a la que, al menos, se ha tratado de dotar de «alma»— como la de esta saga no podemos más que hacer un llamamiento a alguna distribuidora valiente para que nos la ofrezca dentro de las fronteras hispanas. Fútil, seguramente, pero ahí queda eso.

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